Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

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domingo, agosto 31, 2008

Salsa

Un último cable, capote, y me voy, profe, no quiero robarte protagonismo, pero déjame que cuente, hombre, aquella vez en la que ibas conduciendo cerca del instituto en que trabajabas, en la sierra norteña, y de pronto seis tipos, alumnos tuyos, que surgen de la nada y se introducen de sopetón en el coche, profe, te dicen, llévanos hasta la esquina del insti, estaban en pleno ejercicio de Educación Física, los más golfos, Pepe, el Mini, Sow, tu gente, vamos, y por una vez en su vida fueron los primeros en llegar a la meta, pero no contaron con la suspicacia del profesor de la materia, quien no tardó en descubrir la jugarreta, y lejos de reírse, el tío, que se pasaba la vida hablando de asertividad, mediación y diálogo, les echa la bronca, se mosquea, el payo, contigo, no entiende la broma, y les amenaza con un suspenso, qué falta de sentido del humor, ¿no te parece?, el humor es lo único que puede ya no salvarnos, que aquí no se salva ni dios, pero sí amenizar el largo viaje a ninguna parte, y ahora sigue ya tú, ya he cumplido mi función, pero no seas tan trascendente, de un escritor se espera que haga honor a la descripción que hace poco leía sobre los artistas: son psicóticos, neuróticos, egocéntricos, volubles y no tienen pudor alguno en mostrar sus miserias, en enseñar el mapa de su laberinto, en construir castillos en el aire con el detritus de su existencia.

sábado, agosto 30, 2008

Modelos

Y ya puestos a ayudarte, profe, hombre, por qué no sacas a los compañeros de los que has aprendido algo, que no todos serán poetas bogavantes, ladies Voldemort y palomeros, o palominos, ¿no?, creo yo, que vas a dar la imagen de un amargao, y no le pongas la d intervocálica de los huevos, que yo hablo como hablo, amargao, digo, sin cursivas ni leches, habla por ejemplo, aunque sea de pasada, de Gabriel, que se ha jubilao, vale, jubilado, qué pesao, pesado eres, ahora, aquel corte de mangas que te hizo con su peineta correspondiente en el vestíbulo del instituto, en presencia de tu añorada Arantxa, que se partía de risa, cómo te vas a olvidar de la sonrisa tranquila y compensiva de los dos, que en el fondo debieron dejarte por imposible, habla de Ana, capaz de tirarse dos horas explicando algo sobre Unamuno ante su casa de Salamanca, los chavales seducidos por su voz y su verbo, habla de Emiliano, de su erudicion infinita, de su modo tan sutil y elegante de traerte material, mira Juan, casualmente he encontrado este dossier en mi casa sobre lo que hablábamos ayer, y no importaba si ese algo era el destierro de Garcilaso o la repoblación de Sierra Morena, su casa es una caja de Pandora en plan bibliográfico, a veces creo que llevaron a escondidas los volúmenes de la biblioteca de Alejandría al domicilio de Emiliano en Vallecas, o habla de las nuevas hornadas, se me está pegando tu cursilería, qué coño querrá decir hornadas, hombre, habla de gente como Manolo, o Nati, o Lucía, o Beatriz, o Gus, por ejemplo, las nuevas generaciones, sin doble sentido, o de Tino, Tirso, Charo, Julián, gente seria, no como tú, y para acabar date el gusto de mencionar a esa extraña pareja a quienes te empeñas en llamar amigos, tú sabrás, amistades peligrosas, yo no me fiaría, habla de Cebe, de Paco o de la Fabu, que te corrige los manuscritos y por eso, de tarde en tarde, levantas alguna pieza en forma de premio, concursero, truchilla.

viernes, agosto 29, 2008

Morbo

Pero, hombre, profe, el blog te está quedando un poco coñazo, no te mosquees, no sé yo dónde está la indocencia, si parece un catecismo, tanto mitin, que si la concertada y la pública y todo eso, no hay picante, morbo, cómo te van a publicar esto, por mucho que te hayan prometido, las promesas y el viento, sabes, mete algo de chicha, da caña, cuenta alguna anecdotilla, sin comprometer, no des nombres, ni pistas, un poco de sexo, no sé, o violencia, violencia en las aulas, o mejor sexo, sexo en las aulas, no me seas violeta, cuenta, por ejemplo, que una vez, no des nombres, ni pistas, una profesora, eso sí lo puedes contar, con la que no tenías mucho contacto, mejor así, descartas a las más allegadas, con la que no sintonizabas en exceso, alguna trifulca incluso, pasabais ante los ojos de los demás como dos personas opuestas, contrarias, animadversión, desprecio y tal, se presentó en tu aula mientras corregías exámenes, y depositó una foto de polaroid con un cuerpo desnudo, el suyo, tienes una hora para verla, ya ves que no soy tan facha como te piensas, luego vendré a por ella, te vino a decir, más o menos, eso fue lo que me contaste, creo, y tú te quedaste perplejo, contemplaste su frondoso vello púbico, así lo dirías tú, un puto estilista, como Ruiz Zafón, el sombreado y ventoso, sus pechos turgentes y generosos, dirías tú también, mientras te decías a ti mismo qué extraños que somos, qué sorprendente es la vida, y no te preocupes, has guardado el secreto, como le prometiste, nadie sospechará nunca, ni por asomo, y ves, esto ya es otra cosa, y no tanto discurso, hombre, tanto rollo, lo de la tía en bolas vende más y quién sabe, a lo mejor el editor se anima y cumple su palabra, déjate ya de tanta concertada y tanta pública, que pareces un predicador, un político, anécdotas sabrosas, tú, esto de la foto, por ejemplo, y si te achuchan, niégalo, di que solo es una ocurrencia literaria, o no, o sí.

jueves, agosto 28, 2008

Tribus

Aunque el trabajo docente es en gran medida una actividad individual, en la que pasamos la mayor parte de nuestro horario a solas con nuestros alumnos, es inevitable, como en cualquier colectivo por disperso y heterogéneo que sea, la producción de lazos afectivos, de redes sentimentales, y son precisamente esos lazos, por encima de discursos más o menos elaborados y coherentes, los que nos definen y delatan. De modo que más nos valdrá elegir con tino y tiento nuestras amistades profesionales, porque ellas serán nuestro termómetro y divisa. Conviene asimismo elegir acertadamente a nuestros enemigos, a esos compañeros que nos negarán por sistema el pan y la sal, que agigantarán nuestros yerros y obviarán nuestros aciertos. Yo, que me precio de tener buen ojo para discernir el paisanaje, tengo también mi particular debe. Hay que tener cuidado con los elogios, porque nos hacen bajar la guardia y permiten que se cuelen de rondón seres indeseables. Un elogio viene a ser como un pólipo que en cualquier momento se puede malignizar. El mismo individuo que nos ensalzaba sin mesura puede, por un quítame allá esas pajas, convertirse en un fiero detractor, en un némesis indomable. De todas las decepciones (tampoco muchas, afortunadamente) que he sufrido en mi cuarto de siglo como profesor, la más dolorosa fue la de un poeta pertinaz, un incansable hortelano de su parcela de gloria literaria. Yo esto de la gloria nunca lo he entendido, porque en el mejor de los casos acaban erigiéndote una estatua que acaba indefectiblemente llena de cagadas de palomas. El caso es que durante todo un curso le corregí sus artículos, asistí a sus variopintas presentaciones de libros (en ocasiones con mis hijas pequeñas, que dormitaban en la primera fila), le compré un par de libros y soporté estoicamente sus desplantes de eminencia social. Tanto celo fue recompensado con la exclusión de su lista de amistades ante mi primera ausencia en un acto social y con su reacción destemplada cuando atisbó un ejemplar de mi sonrisa de Buster Keaton sobre la mesa de la sala de profesores. ¿Este también publica?, masculló entre dientes mientras arrojaba el libro lejos de sí. Alguien pensará que este es un ajuste de cuentas. Lo es. Y para reafirmarlo, adjunto el soneto (mi primer y último soneto, tengo claro que lo mío no es la poesía). Y a él, que presume a las primeras de cambio de sus premios literarios, le diré que el mayor ganador de premios en España es un electricista llamado Manuel Terrín, un perfecto desconocido, que lleva ya la friolera de 1530, lo cual no es tan meritorio en un país en el que cada año se convocan más de 1600 y hay auténticos profesionales concurseros.

Me cuentan, ¡oh, poeta bogavante!,

que viendo mi libro sobre la mesa,

con altivo mohín e intención aviesa

y haciendo caso omiso del talante

proclamaste, ¡oh, poeta sulfurante!,

tu supino desdén al ver la letra impresa,

y comportándote cual rancia marquesa

soltaste un exabrupto degradante.

¿Cómo habiendo sido yo generoso

contigo, pese a tus ínfulas criollas,

tenido has proceder tan halitoso

cuando, para no levantar ampollas

nunca te dije, vate melindroso,

que siempre supe que eras gilipollas?

miércoles, agosto 27, 2008

Antes de aprender hay que saber

Mi crónico despiste me juega una mala pasada: la sala de vídeo le corresponde al profe de Religión, quien sin caridad cristiana, pero con más razón que un santo, me hace sacar a mis chavales y subirlos a clase. Es viernes, no han traído los libros y les oferto un debate. CM pregunta: profe, ¿qué es eso de la escuela concertada? Le contesto que no me parece un tema interesante para ellos y entonces dice las palabras mágicas: Antes de aprender hay que saber. Minutos más tarde me hallo dibujando gráficos y flechas en el encerado y diciéndoles que en la pública estamos los más guapos y los más listos. Poco me falta para que, como en Las normas de la casa de la sidra, acabe llamándolos príncipes de Fuenlabrada.

martes, agosto 26, 2008

Respeto

Otro de los temas recurrentes, de las cantinelas sempiternas, es que los chavales actuales se comportan peor que nosotros cuando éramos alumnos. Circulan por la red citas de clásicos, algunos tan remotos como Sócrates, en las que se manifiestan acerbas quejas por la actitud de los jóvenes, de modo que no hay nada nuevo bajo el sol. No creo que los jóvenes actuales estén peor educados que nosotros, y para ello basta leer las memorias de Baroja o la biografía de Richard Francis Burton, por citar un par de ejemplos que se me ocurren a vuelapluma. Yo mismo, que pasé a ojos de mis profesores como un alumno modélico (hasta los 16 años), guardo en el morral de la memoria algunas actuaciones que no son precisamente un paradigma de urbanidad. A la temprana edad de los 12 años fui expulsado de clase por el profesor de Religión, don Fernando (entonces los profes llevaban todos antepuesto el tratamiento) porque no tuve mejor ocurrencia que hacer el gesto de los cuernos con mis dedos a sus espaldas, con la mala fortuna de ser descubierto, a lo que sin duda contribuyeron las carcajadas compulsivas de mis compañeros al descubrirlo. Otro cura me sorprendió en una situación aún más embarazosa. Las escaleras del internado donde estudiaba eran harto pronunciadas, de modo que los chicos, apremiados por la revolución hormonal, adquirimos la costumbre de lanzarnos en plancha al suelo para avizorar la ropa interior de las profesoras. Entre ellas, gozaba de gran predicamento las piernas de nuestra profesora de Lengua (que espero no recale por azar en este liblog), y fue ella con quien fui descubierto por otro profesor de Religión, mientras procedía a mi reconocimiento visual. Uno cuenta esto con una enorme vergüenza, a modo de penitencia, para demostrar que en todos los tiempos cuecen habas y que, como dicen los católicos, quien esté libre de pecado que tire la primera piedra.

lunes, agosto 25, 2008

Violencia

Leo en en el New York Times que en el estado de Texas se les autorizará a los profesores ir armados a las aulas. Hace un par de años se me ofreció una plaza como profesor en ese estado, y no debía de ser mucha la demanda porque el agregado cultural en persona me telefoneó a casa en cinco ocasiones desde la capital tejana para convencerme. Dado que la plaza que yo había solicitado estaba en Canadá y no en Texas, y que sospecho que las diferencias sociológicas y de todo tipo son abismales entre ambos destinos, decliné su amable invitación. No me imagino yo con un Colt en la cintura mientras explico los lexemas y los morfemas. En cualquier caso, el tema de la violencia en las aulas es un tema muy recurrente en la prensa. Con esta prensa tan holgazana y diletante que sufrimos, un buen vídeo en el que se vea a un alumno pegando a un profesor o un titular de grueso calibre, a lo Sam Peckinpah, es un siempre garantía de éxito mediático. Obviamente, la solución no pasa por la introducción de armas (sería rociar con gasolina una llama potente) ni colocar un policía en cada patio de recreo. Mientras los mensajes que se le envía al adolescente sean tan contradictorios, mientras la vida vaya por un lado y la escuela por otro, mientras persista la estúpida fascinación por lo supuestamente transgresor, el margen de actuación de los enseñantes es menos que mínimo. Para no hablar de la violencia psíquica, mucho menos rastreable que la física, mencionaré un episodio que sufrí en mis carnes hace ya unos cuantos años. Un alumno me relataba puntualmente, todos los lunes, sus hazañas bélicas del fin de semana. Comoquiera que en cierta ocasión sobrepasó la más elemental de las fronteras éticas, refiriéndose a su proyecto de llevar a cabo una razzia contrs gitanos y negros, solté en voz alta uno de esos hábiles discursos míos que tienen la virtud de granjearme la enemiga de algunos sujetos de por vida. Al acabar la clase, ya a solas, se me acercó y me dijo que sus amigos y él me iban a partir la cara a la salida. Dado que se trataba de un tipo bastante corpulento le contesté que no era preciso que molestase a sus amigos, porque no me cabía ninguna duda de que él solito se bastaba y sobraba para tan operativo objetivo pedagógico. Dos años más tarde leí en la prensa que A. S. T. había sido detendo por la policía por apalear a unos mendigos. Por cierto, su segundo apellido era Tejero. Imagino que el suyo era un caso evidente de predestinación calvinista.

sábado, agosto 16, 2008

Ferragosto

Este liblog también se toma sus vacaciones. Dos recomendaciones para estos días ociosos: El corazón helado, de Almudena Grandes, y Los hombres que no amaban a las mujeres, de Stieg Larsson. La primera es de una justicia elemental por un doble motivo: me parece una formidable novela (aunque excesivamente larga) y su autora fue, además, de una generosidad desmedida con El canadiense; por esa generosidad la han puesto a parir en algunos foros de esquizoides y en mentideros de diverso pelaje. El segundo libro parte de unas críticas tan positivas que no he dudado en meterlo en la maleta en mi exilio patrio y agosteño. Si hay alguien ahí, puede dejar sus recomendaciones lectoras en la sección de comentarios. Buen verano y buena suerte.

viernes, agosto 15, 2008

Desfase

No es preciso hacer un máster en Harvard para diagnosticar el gran mal de la enseñanza en España: se oferta un producto caduco con medios decimonónicos. En otras palabras, preparamos ciudadanos para el siglo XIX, no para el XXI, y lo hacemos con una tecnología, por llamarlo de algún modo, roma, de galaxia Gutenberg, vetusta, ignorando las inmensas posibilidades que nos ofrece la técnica actual. Mientras tanto, quienes tienen el poder, la sartén por el mango, se dedican a polemizar sobre la Educación para la ciudadanía, el número de horas de tal o cual idioma y otras sandeces similares. Hay una lógica endiablada respecto a los políticos: la inversión en educación solo da resultados a medio plazo, y las elecciones son cada cuatro años, de modo que prefieren gastarse el presupuesto en obras faráonicas, pero amortizables en la próxima elección, o en otros proyectos que acaparen los titulares de las portadas. En los últimos años hemos visto cómo los medios de comunicación dedicaban sus páginas a apasionantes debates sobre el caráter nacinal o no de Cataluña o si era correcto utilizar el término matrimonio con la comunidad homosexual. El tema educativo, en una sociedad que ha hecho de la obtención del beneficio rápido su objetivo prioritario y que ha sacralizado universos tan turbios como el de las grandes constructoras y su alianza con los bancos, en el que los supuestos guardianes de la moral cívica, los políticos, nos demuestran día tras día su condición abyecta y mafiosa, es un tema definitivamente minúsculo, marginal. Los futuros dirigentes sociales no se están formando en la escuela pública, las propias universidades públicas se han convertido en una fábrica de parados o, como mal menor y salvo honrosas excepciones, en centros formadores de cuadros medios. Eso, por no hablar de la sangrante doble red escolar, las clases trabajadoras y los elementos marginales a un lado y las clases medias y altas a otro. Y sin embargo, estamos obligados a actuar como si nuestro margen fuese aún significativo. Pese a los numerosos obstáculos, supliendo con ingenio y voluntad la falta de medios, debemos dignificar nuestro trabajo y mimar a nuestros clientes, por difícil que sea. En ocasiones, la heroicidad consiste en seguir paseando bajo la lluvia aunque nos hayan robado el paraguas.

jueves, agosto 14, 2008

Asedio

La situación actual de la escuela pública es similar a la de un ejército menguante que sufre un asedio insoportable y se encuentra desprovisto de víveres y armamento mientras los mandos se dedican a pedir a los maltrechos soldados toda suerte de informes (por triplicado y por escrito, una copia para el interesado, otra para la administración y otra para la papiroflexia). No contentos con ello, los mandos entretienen su tiempo enfrascados en estimulantes polémicas, como si los soldados deben ser enterrados con un funeral católico, laico o polivalente y si la estadística de bajas debe realizarse con el Powerpoint o basta con un apaño casero. La verdad es que, a los mandos y su corte de corifeos (léase políticos y psicopedagogos, sucesivamente), la escuela pública les importa una higa. A los primeros, porque saben que su asalto al poder depende de las clases medias, y estas prefieren una escuela concertada libre de los para ellos elementos indeseables (inmigrantes, gitanerío y demás incordios) y a los segundos porque en su papel de maestros de ceremonias y guardianes de la moral pedagógica, con san Álvaro Marchesi a la cabeza, se encuentran a cubierto de las balaceras y los bombardeos. Con la que está cayendo ahí fuera, como para moverse, pensarán. Así las cosas, a mí, que tengo una incorruptible vocación de barojiano individualista y escéptico, muy proclive a la melancolía inerte y a la ataraxia superlativa, me acaban generando tal cabreo, tanta ira, que hacen que me sienta del lado de los indios, aunque sepa que los días están contados y que la situación es tan desesperada que ni nuestro Bogart del alma lo puede arreglar. Eso sí, espero que en el funeral católico, con toda la corte celestial y palaciega en primera fila, que inevitablemente sellará la muerte por inanición de la escuela pública, tengan el decoro de omitir mi nombre y el de unos cuantos compañeros de infortunio en el listado de bajas. Y ya puestos, que nos entierren extramuros, adonde la canalla.

miércoles, agosto 13, 2008

JRJ según CR

Pregunto en clase qué entienden con los versos de JRJ "Y yo me iré, y se quedarán los pájaros cantando". CR responde: que los pájaros seguirán a su aire.

martes, agosto 12, 2008

Ulises según Jesús (12 años)


Ulises un día decidió hacer un viaje para escuchar el canto de las sirenas y que todos los viajeros se pusieran cera en los oídos. Su mujer Penélope estaba "tonteando" con los guardas, mientras no le viera Ulises. Cuando iban navegando Ulises oyó un pequeñísimo ruido de un canto de sirena, cada vez se oía más y Ulises dijo: ¡Vamos a darnos una vuelta!, pero como no le escuchaban porque llevaban cera en los oídos, Ulises muy nervioso y como ya no podía hacer nada decidió seguir. Mientras tanto su novia Penélope se iba a casar con uno de los guardas. Ulises cada vez lo oía más y más pero siguió, estuvo a punto de romperse los oídos (el tímpano), pero por suerte y por valiente no, al final llegó a oír el canto de la sirena pero para eso tuvo que pasar por muchas causas, encontrarse con unicornios, minotauros etc... Justo cuando Penélope se iba a casar vino Ulises y paró la boda y Penélope se casó con Ulises, y al final todo fue bien y Penélope y Ulises fueron marido y mujer. Fin

lunes, agosto 11, 2008

La Regenta según W.

Toca Clarín, La Regenta, en clase de Bachillerato. Desmenuzo la estructura, el estilo, el lenguaje, el contexto..., y llego a los personajes. La regenta, digo, se me antoja una víctima del sistema, una pieza a cobrar entre dos cazadores poderosos, Álvaro Mesía, el señorito decadente y frívolo, y Femín de Pas, el clérigo taimado y ladino. Ella, prosigo, trata de huir de ambos acosos, pero acaba cediendo, una vez superadas sus barreras metafísicas y morales. W., una alumna, se ha pasado todo el rato emitiendo bufidos crecientes en su intensidad, movimientos desaprobatorios con la cabeza y algún comentario sotto voce con su compañera. Tienes algún comentario que hacer, le preguntó. Vacila unos instantes, pero al fin se arranca. Jo, profe, es que no te entiendo, cómo puedes decir que esa tía era una víctima; lo que era, vamos, digo yo, como cualquier mujer casada que se acuesta con otro, es una guarrilla. De veras crees que la regenta era una guarrilla, le pregunto. Pues sí, se reafirma. Y son varios en la clase los que aprueban con sus risas sofocadas esta afirmación. Yo, en cambio, discrepo, creo que los guarrillos eran ellos.

sábado, agosto 09, 2008

Gente corriente

Uno tiende a hablar de los casos más llamativos, más estrafalarios, extraordinarios en el sentido etimológico, y puede dar una impresión deformada, caricaturesca, de la realidad escolar, porque lo cierto es que la inmensa mayoría de mis compañeros y alumnos son, para entendernos, gente corriente, felizmente anodinos, gente que cumple básicamente con su deber, que hace sus deberes, con mayor o menor brillantez. He procurado ocupar un punto equidistante entre los compañeros que reniegan a cada instante de sus alumnos y aquellos que confunden la labor docente con una misión religiosa y les ven como ángeles caídos a los que hay que redimir. He intentado, en fin, huir como alma que lleva el diablo del nihilismo acerbo, avinagrado, y de cualquier teología, antigua o moderna. No creo en los modelos, no existen las recetas universales, y confundir las personas con faros en la noche es a menudo la forma más rápida de acabar estrellándose contra los acantilados y acabar naufragando, pero de tener que elegir alguno, un modelo, quiero decir, no se alejaría mucho de tipos como Emiliano, retirado de la profesión por unos fanáticos islamistas que sembraron de bombas y de miedo los trenes de Madrid hace ya cuatro años. Le nombro a él como podría nombrar a otros muchos, gentes que cumplen con sus horarios, que capean el temporal lo mejor que pueden, que sólo faltan cuando una seria enfermedad les deja temporalmente fuera de combate, y que un buen día reciben una triste bandeja plateada, a veces ni eso, y una comida homenaje por los servicios prestados. De modo que, si algún lector poco avisado malinterpreta el cinismo que destilan algunas de mis entradas y cree que soy excesivamente cruel en el juicio sobre mis compañeros, me apresuro a desmentirle. A mí, sin ánimo de caer en corporativismos infames, mis compañeros, en su inmensa mayoría, me parecen personas de bien, gente decente, con quienes tomo café o cerveza con una cierta complacencia y bienestar. Y basta ya de tonos edulcorados y loas jabonosas.

viernes, agosto 08, 2008

Siendo como soy, ¿y qué?

Clase de 1º D. En plena explicación, Diego me interpela: Profe, ¿tú eres escritor? Isamar se apresura a replicar: Pero, ¿tú eres tonto? ¿Cómo quieres que sea escritor, siendo como es?
Y una más de la inigualable alumna. Explico el final de una poesía, y mis ojos se cierran, ¿os fijáis?, les digo, el verbo cerrar sirve para indicar que se ha quedado dormida y para cerrar el poema. Isamar me mira asombrada. Le digo que si lo ha entendido. Pues claro, responde. Vuelvo a insistir en el sutil juego de la poeta, la ambivalencia. A Isamar todas estas disquiciones le deben parecer una inmensa chorrada, porque por toda respuesta concluye: ¿Y qué?

jueves, agosto 07, 2008

Más situaciones embarazosas

Sin duda, el peor trago por el que he pasado en estos años indocentes fue cuando dos ex alumnas mías me pidieron hablar conmigo en privado. Tras un interminable titubeo, me acabaron informando de ciertas prácticas de un profesor que, al parecer, se habían producido un par de años atrás. Cuando les mostré mi extrañeza por haberme elegido como interlocutor, cuando no nos unía ninguna relación académica, me remitieron a unas palabras que yo mismo había dicho tiempo atrás, en una clase: siempre hay un adulto en quien poder confiar. Desde el primer instante supe que no tenía elección: no me quedaba otra alternativa que ponerlo en conocimiento de la dirección. A partir de ahí, los trámites fueron sumamente engorrosos: declaraciones en el juzgado, entrevistas con los padres, con la inspección, declaraciones juradas y finalmente, cinco años después, el juicio. No entraré en detalles, obviamente, puesto que este liblog es de acceso libre, y además de ilegal sería injusto que yo mostrase públicamente mi propio punto de vista al respecto. Ya hubo una sentencia emitida por una juez e ignoro si se ha realizado alguna apelación por parte del profesor, actualmente retirado de la práctica docente. Sólo quería dejar constancia de ese mal trago, de cómo la vida a veces te coloca en tesituras francamente complejas, te obliga a acercarte al abismo y sondear las profundidades de los pozos negros. Respecto a mi actuación, hubo quienes me felicitaron por mi supuesto coraje cívico y quienes censuraron mi implicación, dado que, en su opinión, era un asunto estrictamente privado, a resolver por los padres de las afectadas. Ni lo uno ni lo otro. A diferencia de los casinos, aquí no había opción para elegir entre el rojo y el negro, entre el par y el impar. La vida eligió por todos: negro impar.

martes, agosto 05, 2008

Situaciones embarazosas

Entre mis muchas virtudes contrastadas está la de tener una facilidad pasmosa para meter la pata, pisar cuantos charcos me van apareciendo por el camino, ser un lenguaraz, un metomentodo, un, como me llamaba mi padre, cascarilla. En una ocasión, sin venir a cuento, y sin el más mínimo estudio demoscópico que lo avalase, le dije a mi profesor de autoescuela que el cien por cien de las secretarias se acostaban con sus jefes. Mi mujer es secretaria, me replicó. Me apresuré a bajar los porcentajes con la misma vertiginosidad con la que lo está haciendo en estos días la Bolsa. En otra, tuve la ocurrencia de referirme al diario El Mundo como el Inmundo. Mi marido es el subdirector, me advirtió la mujer con quien dialogaba. Lo era, en efecto: Javier Ortiz, mano derecha por aquel entonces del controvertido Pedro J. Alguien con un don como el mío no podía salir indemne de las aulas. Pero hoy prefiero referirme a algunas situaciones no sé si embarazosas o simplemente hilarantes. Una alumna de 2º de Bachillerato me puso en un examen que en el tercer verso había halitosis. Lo olí a conciencia, pero, ignoro si debido a una sinusitis, la verdad es que no percibí aroma alguno. Una madre me aclaró el motivo por el cual su hija sacaba malas notas, demandando comprensión: es que es un poco menopáusica. La criatura sólo tenía 13 años. Un alumno de 14, a la pregunta de cuánto medía el primer verso, escribió: nueve centímetros, aproximadamente. Y, finalmente, una compañera a quien le dije que me disponía a dar una clase de Literatura en el Bachillerato y que, hablando coloquialmente, ese día íbamos a trabajar con el amigo Luis Martín-Santos, me suplicó: hombre, habérmelo dicho; otra vez que lo traigas, avísame, me gusta mucho escucharle. No tuve agallas para decirle que lleva medio siglo en el más allá.

lunes, agosto 04, 2008

Pícaros II

Otro aspirante a formar parte de este selecto club es F., quien ha sabido administrar sabiamente sus dosis de encanto personal, osadía y descaro para abrirse un hueco bajo el sol que más calienta. Entre sus peculiaridades estaba la de recibir a las madres de los chicos de su tutoría de dos en dos. La táctica era simple: les preguntaba a bocajarro si tenían algún inconveniente, y para cuando ellas querían reaccionar ya las había acompañado a la mesa del departamento y les había ofrecido asiento. No me pregunten cómo, pero no hay convocatoria de oposiciones que no le encuentre al frente de algún tribunal. Hombre orquesta como es, compagina esta labor con la autoría del temario de una materia, amén de alguna que otra conferencia, ignoro sobre qué tema. No le culpo. Es sencillamente uno de tantos avisados que están al día de las múltiples oportunidades que ofrece el sistema para hacer caja.
Quien también se las ingenia para hacer caja, aunque por medios menos ortodoxos, es C. Llevaba él un mes en el instituto cuando coincidimos a solas en la sala de profesores. En unos cuantos minutos se las arregló para trazar un cuadro tan siniestro de su vida, tantos los duelos y quebrantos, que no dudé en prestarle cuanto llevaba encima: 20 euros. Como quiera que pasaban los días sin que cumpliese su promesa de inmediata devolución, se lo comenté en un momento de debilidad a la admirada Arriola. Pero, ¿tú también has caído?, me soltó, a mí me debe cerca de 100. Innecesario aclarar que nunca más recuperé el dinero, pero supe ponerme a buen recaudo en las sucesivas intentonas.
Y cerraré este capítulo con L., quien entre muchas de sus habilidades incluía la de tocar el saxo en una banda de música. Dado que dicha banda solía tocar los sábados y festivos en las más variadas provincias peninsulares, le resultaba harto difícil simultanear una actuación de madrugada en, digamos, Almería y estar cuatro horas más tarde impartiendo sus doctos conocimientos en Madrid. Su flagrante carencia del don de la ubicuidad la paliaba los martes presentando un impoluto justificante médico que describía con pelos y señales el mal físico que le afligía. Nadie como él, además, para aprovecharse de las oquedades legales y reglamentarias en materia de bajas, permisos y licencias. Su sola presencia en el departamento de personal de la dirección territorial provocaba sofocos entre los trabajadores.

domingo, agosto 03, 2008

Pícaros

26 años de experiencia dan para mucho. Entre la variopinta fauna docente que me he ido encontrando, destacan por méritos propios los pícaros. Entre ellos, sobresale con holgura el añorado P., capaz de suscitar los sentimientos más encontrados entre quienes le hemos conocido. P. me hizo pasar uno de los momentos más patéticos en toda mi carrera. Como hacía ya dos semanas que estaba de baja laboral, me decidí a llamar a su casa. Hola, soy un compañero del instituto, quería hablar con P., le dije a su mujer. No está, contestó, está en la gestoría de nuestro hijo mayor, te puedo dar el teléfono. Embargado aún por la estupección, llamé a la gestoría. Hola, P., ¿cómo estás? Ya ves, chico, con muchísimo trabajo, me replicó, imperturbable. El mismo P. tenía con la mosca detrás de la oreja al jefe de estudios porque faltaba por sistema los jueves. Cuando el cargo directivo indagó la causa, el inolvidable P. contestó: oye, es que para dos clases que doy ese día no merece la pena venir, tardo más en el transporte que en las clases. Y remato: P. compartía una guardia en la biblioteca con T., un compañero. Este, harto ya de no verle el pelo durante la misma, bajó bastante alterado al bar y se dirigió a él acaloradamente: oye, llevo todo el año haciendo las guardias solo. Entonces, P., sin soltar el botellín de cerveza, para pasmo de los allí presentes, replicó: ¿qué pasa?, ¿te da miedo?

viernes, agosto 01, 2008

ESCONDIDOS EN BRUJAS


No pierdan ni un segundo con este liblog y vayan a ver esta desconcertante y formidable película anglobelga. Ya me contarán.

Ideología

Si hay algo que sobra en el campo educativo, es la ideología, al menos la ideología axiomática, aquella que se elabora en condiciones excepcionales en los laboratorios pedagógicos y se demuestra palpablemente estéril en las aulas. Con frecuencia los ideólogos pedagógicos me recuerdan al general de Senderos de gloria, cuando habla con frialdad profesional de las bajas que serán necesarias para conquistar la cumbre de la colina. En lo que a mí respecta, cada vez que un teórico de la educación me habla de principios me llevo a la mano a la cartera, por si acaso. Uno de esos denodados moralistas que he conocido era un tipo que se ganaba un magnífico sobresueldo (200 euros por cada charla) haciendo giras (bolos sería más preciso) por institutos y centros de profesores. Por ese módico precio, desgranaba las ventajas de la filosofía de la mediación entre alumnos y profesores, la imperiosa necesidad de empatizar con los chicos, las virtudes de la paciencia y las excelencias del diálogo. Yo le escuchaba con el mismo escepticismo con que escucho al ministro de economía cuando habla de la crisis. El sujeto en cuestión era por aquel entonces jefe de estudios. Cuando al curso siguiente le apearon del cargo y le nombraron tutor de un grupo, nos sorprendió a todos cuando en la primera junta de evaluación, refiriéndose a un chaval algo conflictivo, vociferó: a ese cabrón lo que hay que hacer es darle un par de hostias. Imagino que ese día habría echado en el saco del olvido todos sus irreprochables argumentos mediadores.