Constantes
Proclive al escepticismo como soy, solo la insistencia de mis hijas hizo que me apuntase al grupo de duelo, y debo admitir que me alegro de haberlo hecho. En situaciones así uno descubre que bajo la disparidad morfológica del dolor hay unas constantes: la pérdida de músculo social, la sombra densa de la culpa, la tendencia al robinsonismo, el estupor, la nostalgia. Confirmo también la ilimitada estupidez social al ignorar un hecho del que no nos podemos evadir, la muerte. Y la lacerante soledad que deja a su paso. De ahí la imperiosa necesidad de cultivar la amistad y las relaciones familiares, porque solo así lograremos paliar la irresistible atracción de las sirenas. Emocionalmente ciegos como nos deja el negro fogonazo, como liebres deslumbradas por unos potentes faros, necesitamos que alguien nos señale la puerta de salida entre tanto escombro.
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