Desfase
No es preciso hacer un máster en Harvard para diagnosticar el gran mal de la enseñanza en España: se oferta un producto caduco con medios decimonónicos. En otras palabras, preparamos ciudadanos para el siglo XIX, no para el XXI, y lo hacemos con una tecnología, por llamarlo de algún modo, roma, de galaxia Gutenberg, vetusta, ignorando las inmensas posibilidades que nos ofrece la técnica actual. Mientras tanto, quienes tienen el poder, la sartén por el mango, se dedican a polemizar sobre la Educación para la ciudadanía, el número de horas de tal o cual idioma y otras sandeces similares. Hay una lógica endiablada respecto a los políticos: la inversión en educación solo da resultados a medio plazo, y las elecciones son cada cuatro años, de modo que prefieren gastarse el presupuesto en obras faráonicas, pero amortizables en la próxima elección, o en otros proyectos que acaparen los titulares de las portadas. En los últimos años hemos visto cómo los medios de comunicación dedicaban sus páginas a apasionantes debates sobre el caráter nacinal o no de Cataluña o si era correcto utilizar el término matrimonio con la comunidad homosexual. El tema educativo, en una sociedad que ha hecho de la obtención del beneficio rápido su objetivo prioritario y que ha sacralizado universos tan turbios como el de las grandes constructoras y su alianza con los bancos, en el que los supuestos guardianes de la moral cívica, los políticos, nos demuestran día tras día su condición abyecta y mafiosa, es un tema definitivamente minúsculo, marginal. Los futuros dirigentes sociales no se están formando en la escuela pública, las propias universidades públicas se han convertido en una fábrica de parados o, como mal menor y salvo honrosas excepciones, en centros formadores de cuadros medios. Eso, por no hablar de la sangrante doble red escolar, las clases trabajadoras y los elementos marginales a un lado y las clases medias y altas a otro. Y sin embargo, estamos obligados a actuar como si nuestro margen fuese aún significativo. Pese a los numerosos obstáculos, supliendo con ingenio y voluntad la falta de medios, debemos dignificar nuestro trabajo y mimar a nuestros clientes, por difícil que sea. En ocasiones, la heroicidad consiste en seguir paseando bajo la lluvia aunque nos hayan robado el paraguas.
5 Comments:
Creen que llueve poco, pero es un auténtico calabobos.
suscribo desde el primero al último parrafo.
suscribo desde el primero al último parrafo.
Caminem sense paraigües perquè, de tant en quan, ens agrada una petita dosi d'incertesa, una espurna d'aventura, una carícia de risc. Les gotes sobre la pell, la nostra petitesa indefensa sota la immensitat del poder.
prtsma,ylomps agora me falleu miña redtxplos.
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