Espejos
Las personas son espejos que reproducen nuestra imagen. Cada una lo hace a su manera, cóncava o convexa o plana, luminosa o bruna, nítida o borrosa. Hay quienes nos jibarizan o quienes nos expanden, quienes se empeñan en sacar nuestro perfil menos favorecedor y quienes disimulan nuestras taras. Las hay que nos convierten en una caricatura, nos arrebatan una dimensión, mientras otras nos hacen sentir como al viajero que se refugia junto a una chimenea encendida en una noche de invierno. Hay que saber elegir, porque esas imágenes que aparecen en los espejos son con las que construimos nuestra identidad. He observado que tendemos a proyectarnos en los demás, y así el mediocre nos verá como tipos grises y el talentoso realzará alguna oculta virtud. Está, en definitiva, la gente que nos quiere y la que nos desprecia o ignora, la que a lo sumo esbozará una mueca condescendiente y la que nos aceptará con nuestras miserias. Hay que tener mucho ojo con el espejo en el que nos miramos.
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