Pícaros II
Otro aspirante a formar parte de este selecto club es F., quien ha sabido administrar sabiamente sus dosis de encanto personal, osadía y descaro para abrirse un hueco bajo el sol que más calienta. Entre sus peculiaridades estaba la de recibir a las madres de los chicos de su tutoría de dos en dos. La táctica era simple: les preguntaba a bocajarro si tenían algún inconveniente, y para cuando ellas querían reaccionar ya las había acompañado a la mesa del departamento y les había ofrecido asiento. No me pregunten cómo, pero no hay convocatoria de oposiciones que no le encuentre al frente de algún tribunal. Hombre orquesta como es, compagina esta labor con la autoría del temario de una materia, amén de alguna que otra conferencia, ignoro sobre qué tema. No le culpo. Es sencillamente uno de tantos avisados que están al día de las múltiples oportunidades que ofrece el sistema para hacer caja.
Quien también se las ingenia para hacer caja, aunque por medios menos ortodoxos, es C. Llevaba él un mes en el instituto cuando coincidimos a solas en la sala de profesores. En unos cuantos minutos se las arregló para trazar un cuadro tan siniestro de su vida, tantos los duelos y quebrantos, que no dudé en prestarle cuanto llevaba encima: 20 euros. Como quiera que pasaban los días sin que cumpliese su promesa de inmediata devolución, se lo comenté en un momento de debilidad a la admirada Arriola. Pero, ¿tú también has caído?, me soltó, a mí me debe cerca de 100. Innecesario aclarar que nunca más recuperé el dinero, pero supe ponerme a buen recaudo en las sucesivas intentonas.
Y cerraré este capítulo con L., quien entre muchas de sus habilidades incluía la de tocar el saxo en una banda de música. Dado que dicha banda solía tocar los sábados y festivos en las más variadas provincias peninsulares, le resultaba harto difícil simultanear una actuación de madrugada en, digamos, Almería y estar cuatro horas más tarde impartiendo sus doctos conocimientos en Madrid. Su flagrante carencia del don de la ubicuidad la paliaba los martes presentando un impoluto justificante médico que describía con pelos y señales el mal físico que le afligía. Nadie como él, además, para aprovecharse de las oquedades legales y reglamentarias en materia de bajas, permisos y licencias. Su sola presencia en el departamento de personal de la dirección territorial provocaba sofocos entre los trabajadores.
Quien también se las ingenia para hacer caja, aunque por medios menos ortodoxos, es C. Llevaba él un mes en el instituto cuando coincidimos a solas en la sala de profesores. En unos cuantos minutos se las arregló para trazar un cuadro tan siniestro de su vida, tantos los duelos y quebrantos, que no dudé en prestarle cuanto llevaba encima: 20 euros. Como quiera que pasaban los días sin que cumpliese su promesa de inmediata devolución, se lo comenté en un momento de debilidad a la admirada Arriola. Pero, ¿tú también has caído?, me soltó, a mí me debe cerca de 100. Innecesario aclarar que nunca más recuperé el dinero, pero supe ponerme a buen recaudo en las sucesivas intentonas.
Y cerraré este capítulo con L., quien entre muchas de sus habilidades incluía la de tocar el saxo en una banda de música. Dado que dicha banda solía tocar los sábados y festivos en las más variadas provincias peninsulares, le resultaba harto difícil simultanear una actuación de madrugada en, digamos, Almería y estar cuatro horas más tarde impartiendo sus doctos conocimientos en Madrid. Su flagrante carencia del don de la ubicuidad la paliaba los martes presentando un impoluto justificante médico que describía con pelos y señales el mal físico que le afligía. Nadie como él, además, para aprovecharse de las oquedades legales y reglamentarias en materia de bajas, permisos y licencias. Su sola presencia en el departamento de personal de la dirección territorial provocaba sofocos entre los trabajadores.
5 Comments:
Es inevitable l'existència de tota aquesta xusma de gentola. jo també conec casos semblants, però crec que es necessari fer constància de que a l'escola pública actualment cada vegada hi ha menys casos i que estem molt per damunt de la concertada pel que fa al normal funcionament del professorat.
Ho faig constar per a que els posibles lectors no interpreten que la pública es un "visca la Pepa"
Si pudieramos tener el don de la ubicuidad, nuestra vida sería mucho más fácil. Solo las nuevas tecnologias nos permiten acercarnos a ella, en el sentido de que nos permiten estar donde realmente no estamos. Pero en el mundo real se nos preesntan muchas situaciones que tenemos que solucionar de la mejor manera posible por carecer de este don. En este sentido es realmente ingeniosa la solución que los personajes del relato "in extremis" dan a sus respectivos problemas de ubicuidad.
SINCERAMENT ÉS UN RELAT MERAVELLÓS.
Si yo fuera usted, tal como nos cuenta las cosa, pediría la baja por depresión
Debo de estar dando una imagen muy alejada de cómo me siento, porque la verdad es que disfruto en mi trabajo. Y mucho.
Creo que puedes quedarte tranquilo con la imagen que das sobre tu trabajo. Nunca he interpretado por mis lecturas que no disfrutes de él. Se percibe claramente un disfrute personal que muchos deseariamos en nuestra profesión. A mi también me gusta mucho la enseñanza, pero creo que no la vivo tan intensamente como tu demuestras en tus relatos.
¡JA VOLDRIA JO QUE LA XISPA QUE TU DEMOSTRES NO S'APAGARA MAI EN MI!
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