Vida y destino
Vitorio Grossman es mucho más que un novelista: es un registrador de la impropiedad humana. Con sobrecogedora lucidez, y con una maestría que a fuer de sutil puede pasar inadvertida, reinventa un universo habitado por seres prisioneros de sí mismos y de las circunstancias y muestra una surtida variedad de arquetipos: la mujer adicta al fracaso, la joven que deja pasar los trenes que paran en su puerta, el empeñado en dar siempre una vuelta más de tuerca, el héroe disfrazado de cínico, los comisarios políticos y morales. Por sus páginas, como por las ventanas de un tren que corre desbocado hacia el abismo, desfilan todas las grandezas y miserias humanas: la generosidad, la indulgencia, la neurosis, la cobardía, la pusilanimidad, la contradicción, la valentía, la belleza, la indigencia, el arribismo, el dogmatismo, el desinterés, la sensibilidad. A veces uno se pierde gustoso en la maraña de nombres y apodos, en el cruce infinito de relaciones, pero siempre hay un cabo suelto que te rescata. Libro de portentosa técnica, de extrema dureza, un descenso a los infiernos de la mano de un guía dispuesto a no ahorrarnos ningún paraje por escabroso y desolador que sea, imprescindible en estos tiempos de anorexia mental y ética, escrito por un gigante que se eleva sobre sus propias carencias y nos lega un tesoro con el que recobrar nuestras almas vendidas al diablo. La grandeza reside en no bajar jamás los brazos, aunque sepamos que el crupier hace trampas y el resultado esté adulterado. Y en que, aunque seamos proclives a la melancolía, nunca perdamos ese último resto de decencia que nos permite mirar más allá de nuestro céntrico ombligo.