Una propina accidentada
El dueño del restaurante árabe, en una aldea perdida de Málaga, ha tenido la gentileza de descontar 9 euros de la cuenta al incluir en el menú dos platos que no estaban en la lista. Por eso, y por la exquisitez de la comida, me parece de justicia dejar una generosa propina. Ya he arrancado el coche y he iniciado el camino de regreso cuando le descubro por el retrovisor corriendo como un poseso hacia mí. Se ha olvidado vuelta, me dice en un castellano precario. No, no, es Okey, respondo, con mi proverbial habilidad, digna de Trillo, para confundirme de interlocutor. Se queda estupefacto, no sé si por la propina o por mi spanglish. Finalmente sonríe y deja al descubierto un teclado perfecto.
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