Margaux

Margaux se fue ayer. Durante los nueve días que ha pasado en casa, se ha mostrado hermética, parapetada tras sus dificultades con el español, defendiéndose de nuestro asedio cordial con monosílabos. Al despedirse, se ha puesto a llorar. Cuando ha llegado a Grauhlet, en Francia, nos ha llamado. Le gustaría volver. Definitivamente, las personas somos insondables.

Principio matemático

Hay problemas con dos soluciones, soluciones a problemas no planteados y, el más difícil todavía, problemas que son, al mismo tiempo, la solución al problema. Yo ya me entiendo.

Realidad y fantasía

Hay escritores a quienes nunca les pasa nada relevante y tienen que echar mano de su fantasía. Y los hay que si contasen todo lo que les sucede, serían etiquetados como unos fantasiosos febriles. Cuando sea escritor, preferiría pertenecer a este último grupo, si no es mucho pedir.

Serrat

http://www.youtube.com/watch?v=GBnBCsKo6lY&mode=related&search=

Hallazgo

Hoy he visto las primeras jaras en flor.

Ética y gallardía

He sentido una mezcla de envidia y tristeza cuando he escuchado a Ian Paisley, líder unionista irlandés, decir hoy estas palabras: "We must not allow our justified loathing of the horrors and tragedies of the past to become a barrier to creating a better and more stable future for our children.In looking to that future, we must never forget those who have suffered during the dark period from which we are, please God, now emerging."
¿Para cuándo un Paisley en el PP, cielo santo?

Rumbo

Nos juntamos a cenar ocho amigos, en uno de esos restaurantes populares llenos de humo y algarabía a los que somos tan proclives los españolitos de a pie. Como todos somos más bien izquierdosos, hay unanimidad en las posiciones políticas. El gesto magnánimo y rumboso se produce al final, cuando Maribel, ante el estupor general, corre con todos los gastos. Esto, en una sociedad dada a la racanería, no deja de ser un acto heroico.

Ha nacido una estrella

www.guslaborda.blogspot.com

Conjuro

Desde aquí animo a que dos fieles lectores de este blog, uno residente en China y otro en Barcelona, se materialicen en forma de comentario a este conjuro. Un cazador de historias como yo barrunta que aquí se esconden, al menos, un par de ellas. Adelante.

Nieve

Aitana viene de la calle y me informa de que está nevando. Sin pensármelo, ante el estupor de su amigo y ella, me enfundo el chandal y el chubasquero, me coloco el MP3 con Mozart a todo trapo y corro durante media hora. No sé si correr bajo la nieve estaba en el decálogo de la felicidad de Woody Allen, pero en el mío sí, claro.

Burroughs

El camino es largo: frecuentes erecciones y descensos.

Babeuf

Aunque todos los allí reunidos éramos defensores acérrimos de la igualdad, ninguno protestó cuando Diego, el dueño de la cervecería, me entregó la llave mágica que nos permitía hacernos con dos mesas y una decena de sillas que, oportunamente desplegadas en la terraza del local, nos convirtió en la envidia de los clientes que permanecían en el interior. Y es que hay privilegios a los que ni el mismísimo Babeuf habría podido renunciar. Ya te digo.

Sábado

Como en la novela del mismo título de McEwan, un sábado da para mucho. Por ejemplo, para jugar dos horas al tenis, comer en casa de Fernando, en Galapagar, descubrir a una artista en toda regla (Rosa, su mujer), aprender las técnicas de la cerámica, manifestarse por Madrid y ver una película, El buen alemán, perfectamente prescindible. Y para acabar alimentando a este niño insaciable en que se ha convertido el blog. Buenas noches y buena suerte.

Lectores

Tenaz practicante de la duda cartesiana como soy, hallo un efecto balsámico en la generosidad de mis pocos pero selectos lectores. Lo que empezó siendo un divertimento, por obra y gracia de los estimulantes juicios de aquellos se ha convertido en una sustancia adictiva. De modo que, aun a riesgo de resultar obsequioso, mi gratitud al hombre G, a Lady B, a Lu, a Lucía, al gran Lebowski, a Lourdes, a Anabel, a Luis I,al Watios, a Arriola, a mi fiel lectora barcelonesa y, muy especialmente, al lector chino, claro.

Amistad

Admito que, en cuestión de amigos, he sido bastante afortunado. Hoy mismo, sin ir más lejos, cuando Lucía se ha enterado de que me disponía a comer solo, se ha apresurado a montar un comando de rescate, de modo que hemos acabado siendo cinco en la mesa. La comida ha sido francamente amena. Gustavo, que comenzó el curso titubeante, pagando el peaje de la novatada, se ha encargado de levantarnos el ánimo con unas cuantas ocurrencias. Ha prometido desvelarnos en un futuro próximo los watios de su potencia sexual. Enma, Alberto, Lucía y yo esperamos con impaciencia el resultado, amigo.

No tocar en caso de matrimonio

Leo en el Guardian, en un artículo de Zoe Valdés, que en Estados Unidos hay una creciente demanda de viviendas con habitaciones separadas para las parejas. Lo que nos faltaba. Esto parece un contubernio vaticanista. Hay palabras para definir a los que no ven u oyen, pero ¿cómo demonios se llama a los que carecen de sentido del tacto?

Utopía

Un día, el escritor Eduardo Galeano explicaba qué era la utopía. «Es como el horizonte. Uno se acerca diez metros y él se aleja diez metros. Avanzas otros cien metros y él se aleja cien metros. Vuelves a caminar mil metros y se aleja la misma distancia...».
Uno de los alumnos, con el sentido pragmático que tienen los americanos, le dijo. «Entonces, la utopía no sirve para nada». Galeano cerró la metáfora: «Cómo que no, sirve para caminar».

Más madera

Definitivamente, lo del PP es pura política charcutera. Han dispuesto un amplio surtido de vísceras en el escaparate, han subido los altavoces a su máxima potencia y, con ese gesto suyo tan patriótico de acodarse en la barra mientras con la otra mano se colocan el paquete testicular, se han puesto a pregonar la mercancía, a sabiendas de que en este país los higadillos y las gallinejas siempre han tenido su público, no el más selecto, de acuerdo, pero sí el más fiel y agradecido.
Lo de menos es el cambio de régimen penitenciario de un asesino en serie como ese descerebrado cuyo nombre me niego a escribir: a un tipo así, publicidad gratuita, la justa. Ahora es él y antes lo fue la ruptura de España, y antes la pérdida de los valores cristianos, y antes el 11-M, y antes… Da igual, lo suyo, lo del PP, me recuerda a la leyenda del rey Midas, con la diferencia de que ellos, en vez de en oro, convierten todo lo que tocan en otra sustancia de similar color pero no precisamente inodora.
Claro que no todo son malas noticias. De momento, ya se han manifestado a favor del suicidio, aunque sea el del macabro etarra. Se empieza apoyando el suicidio y se acaba defendiendo la eutanasia. A este paso, la derecha española va a acabar siendo civilizada, casi europea. Por otra parte, gracias a este frenesí pancartero en que se han instalado, que les lleva a darse un paseo por el Paseo del Prado, sábado sí, sábado no, algunos de mis conocidos, poco proclives a la práctica deportiva, hacen un poco de ejercicio. Y si, además, acompañan sus pías manifestaciones con la agitación compulsiva de banderas, con aguilucho o no, y la entonación de salmos humanitarios, como el que demanda pronta sepultura para el presidente del gobierno, y acaban entonando el aguerrido himno español a voz en grito, qué más queremos. Tocan todos los palos: la música, la poesía y la gimnasia. Dado que algunos de estos conocidos a los que me refiero sufren de un insano sobrepeso, la actividad se me antoja altamente recomendable. De una tacada, rebajan la ansiedad y el colesterol. Todo son ventajas.
Lástima que, con tanta excursión, no tengan tiempo para leer la Biblia, el que se supone que debe ser el libro de cabecera de todo buen católico, porque se nota que se han olvidado de un par de mandamientos y media docena de bienaventuranzas. Si como existe el carné por puntos para los conductores lo hubiese también para los cristianos, me temo que unos cuantos ya estarían en números rojos y cociéndose a fuego lento en el infierno. Eso sí, a la derecha de Lucifer.


Artículo para Distrito 19

Enduring love

Iba yo a comprar el vino y, en plena algarabía de la ciénaga, le escucho a un niño de tres años decirle a otro de su edad, al ver dos cigüeñas volando juntas: Mira, mira, van juntas porque se quieren. No todo está perdido.

La calle

Ayer por la tarde, aprovechando un desplazamiento al centro, decidí hacer una sesión maratoniana de paseo callejero. Cuatro horas dan para mucho: para ver, por ejemplo, una insólita banda de viento formada por indigentes en Callao, oír buen jazz en el metro, ver a una señora en la Gran Vía con una pancarta de España, una grande y libre, montar una tertulia espontánea en una esquina del barrio en la que hablamos, cómo no, de la concentración a favor del suicidio y la pena de muerte de hoy, descubrir una iglesia recóndita en el barrio de Salamanca, recibir el enésimo pésame del frutero y del charcutero por el cantado descenso de la Real. Y es que la calle es una universidad al aire libre. Mal que les pese a la sociedad funeraria que dentro de unas horas, borrachos de sombra negra, clamará venganza. Que dios nos pille confesados. Virgen santa.

Lo bello y lo sublime

Diferencia Kant entre lo bello, un fin en sí mismo, pero limitado, y lo sublime, una mezcla en colosales proporciones de placer y miedo, sin límites ni fronteras. Y sostiene Baudelaire (Le Dandy doit aspirer à être sublime, sans interruption) que hay que ser sublime sin interrupción. Pues claro.

Presciencia

Así llama Javier Marías a los conocimientos previos que todos tenemos pero que, a menudo, ignoramos por miedo o por comodidad. Ocurre a veces que los dioses se muestran extremadamente magnánimos con nosotros, pero nos atenaza el pánico a no estar a la altura de su ofrenda y visualizamos el fracaso por adelantado. Aún así, ¿quién coño le lleva la contraria a los dioses?

Recaída

Como los adictos a una sustancia, en estas dos semanas he descubierto que este blog era más importante de lo que suponía. En esta rectificación, la de volver a las andadas, han influido dos factores: la fidelidad de un puñado de lectores que seguían entrando pese al certificado de defunción y la sabia amonestación de Lu por mi afán de poner fecha de caducidad a todo. Tal vez lleve razón y lo que nace con vocación de efimero, por la fuerza de los hechos, acaba en ocasiones adquiriendo la condición de permanente. O acaso sea que llevan razón quienes dicen que bajo mi apariencia modesta escondo un alma exhibicionista. Quién sabe.