La sonrisa de Buster Keaton

Decía Frank McCourt que escribió Las cenizas de Ángela con la expectativa de ser invitado a un par de clubs de lectura. Bueno, esas son exactamente las invitaciones que lleva La sonrisa.

El fin del camino

Es el título de una novela de John Barth, y me sirve para finiquitar este blog. Sólo habrá una entrada más, con la imagen de la portada de la tan esperada sonrisa de Buster Keaton. Mi infinita gratitud a los fieles y ocasionales lectores de un blog que, al menos, espero que sirva en el futuro para que mis nietos conozcan los delirios del abuelo. Acabaré con una cita del propio Barth: El hombre moderno -y el matrimonio moderno- es de algún modo incapaz de sobrevivir a sus ambigüedades y contradicciones, vive a ciegas, tropezando una y otra vez, creando inexorablemente su propio círculo infernal.
Hasta La sonrisa de Buster Keaton, amigos. Buen siglo y buena suerte.

Sobre el patriotismo

http://comment.independent.co.uk/columnists_a_l/yasmin_alibhai_brown/article2643097.ece

El espíritu de Pascual Duarte

Estoy tomándome un cortado en la terraza de un bar céntrico, en Cabeza del Buey, Badajoz, en compañía de mi hermano, y escucho cómo un tipo desgreñado de la mesa de al lado, con toda la pinta de ser un asiduo en descensos a los infiernos, le dice a su interlocutora: Yo, cuando me muera, quiero que me echen de comer a los cerdos; al menos así habré hecho algo últil en mi vida.

Boccherini

Me parece injusta la posición discreta que ocupa este músico en el olimpo de los dioses. Hoy mismo, camino del trabajo, he tenido la oportunidad de saborear una música que nos remite a los mecanismos elementales de nuestra estructura sentimental. En medio de tanta grisura, uno agradece al fin un discurso coherente y brillante. Y reconfortante.

Golpes bajos

A veces mi tendencia a la adulación me juega malas pasadas. Escenario: sala de profesores del instituto. Protagonistas: profe de Plástica (María) y yo. Ella me comunica que, en contra de lo previsto, no podrá tomar café conmigo. Yo lo lamento diciendo que era la primera vez que había quedado con una mujer atractiva. Sin encomendar su alma al diablo, María, con el equilibrio precario de los profesores de Plásticos y Decibelios, se gira hcia el resto de profesoras y les pregunta que si alguna había quedado conmigo alguna vez. Ante el silencio estupefacto de las presentes, remacha: Es que me dice que soy la primera mujer atractiva con quien lo hace. Juzguen ustedes.

Luis I, réquiem y cerezas

Yo hoy de quien debería hablar es de Luis I, que ha tenido a bien honrarnos con su presencia y ha compartido mesa y mantel con unos cuantos elegidos, a quienes ha deleitado con su proverbial agudeza y sagacidad, aderezada con esa risa de traca verbenera que le ha hecho tan popular. O tal vez del Réquiem mozartiano que he tenido el placer de disfrutar hasta hace unos minutos en el Auditorio y ponderar las virtudes del coro, especialmente del barítono-bajo Hubert Claesens, hacer algún ingenioso juego de palabras entre el título y la situación profesional de cierto personaje cuyo nombre pudorosamente omito. Pero la verdad es que, pese a ambos eventos, he tenido que gratificarme con unas cuantas cerezas para quitarme el mal sabor de alma.

Estupor

Ahora que el rayo que no cesa, el látigo justiciero y patriótico, el centinela alerta de la patria, nos había convencido de que España había sido parcelada y vendida en pública subasta a una gavilla de truhanes, va y resulta que no, que los mafiosos dicen que no han recibido su dote territorial. Ya no hay formalidad ni entre los malhechores y forajidos, señores.

Vicent, Cercas y un cruasán

Uno de los momentos cumbre de la semana es la primera mañana del domingo, especialmente si, como hoy, una luz sorollesca baña las calles por las que me dirijo a comprar El País y el pan. El ritual consiste en saborerar el aroma matizado de las columnas de Manuel Vicent y Javier Cercas y leer entre líneas el mensaje del cruasán.

Fuenlabrada again

De nuevo Fuenlabrada, a mi añorado Caro Baroja. Lo mejor de todo, sin duda, han sido las reacciones de antiguos compañeros. Un tipo obsoleto como yo sigue dándole una importancia estelar a los afectos, y no puedo negar que el hecho de que personas de tan diferentes sensibilidades hayan coincidido en felicitarme me ha emocionado.