Luis I, réquiem y cerezas
Yo hoy de quien debería hablar es de Luis I, que ha tenido a bien honrarnos con su presencia y ha compartido mesa y mantel con unos cuantos elegidos, a quienes ha deleitado con su proverbial agudeza y sagacidad, aderezada con esa risa de traca verbenera que le ha hecho tan popular. O tal vez del Réquiem mozartiano que he tenido el placer de disfrutar hasta hace unos minutos en el Auditorio y ponderar las virtudes del coro, especialmente del barítono-bajo Hubert Claesens, hacer algún ingenioso juego de palabras entre el título y la situación profesional de cierto personaje cuyo nombre pudorosamente omito. Pero la verdad es que, pese a ambos eventos, he tenido que gratificarme con unas cuantas cerezas para quitarme el mal sabor de alma.
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