Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

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Lugar: Madrid, Spain

sábado, septiembre 25, 2021

Goya y Burdeos

 


He ido a Burdeos especialmente para conocer por dentro esta casa, donde Goya pasó sus últimos cuatro años de vida y murió en abril de 1828. El trato dispensado por el personal del Instituto Cervantes ha sido inmejorable. Al llegar, me dirijo a la biblioteca y me presento. Te estábamos esperando, me dice la bibliotecaria. Y de inmediato avisa a Marie, la jefa del departamento de Cultura, una mujer vivaracha y enjuta de enorme sabiduría, quien durante una hora me va mostrando uno por uno los rincones del edificio, sin omitir la chimenea y el retrete. Es un privilegio impagable oírla hablar con esa pasión del pintor aragonés y de las múltiples vicisitudes por las que pasó el lugar donde nos encontramos. Presume, justificadamente, de su vieja amistad con el doctor Fauqué, personaje clave en la creación de la sede cervantina. La directora (y gran escritora), Luisa Castro, sale a saludarme y mantiene conmigo una conversación que se prolongará con más calma luego a pie de calle. Por la tarde, María Santos, profesora de la universidad de Burdeos, me recibe en su casa, donde me ha invitado a tomar un café. Es la suya una casa señorial, llena de objetos sorprendentes, con dos amplias plantas y un jardín envidiable. Me habla de su último libro, sobre el último Goya, y de cómo se introdujo en la oligarquía bordelesa. Tienes ahí un buen argumento para una novela, le indico. Ignoro cómo lograré plasmar en la novela este día mágico, pero sin duda el viaje ha merecido la pena. Definitivamente, hay que arrimarse a los buenos. A las buenas, en esta ocasión.

domingo, septiembre 19, 2021

Siri Hustvedt

 

Les repito con frecuencia a mis alumnos de la ONCE la máxima de Yeats: los mejores están llenos de dudas y los peores de certezas. Yo añadiría que los mejores están llenos de generosidad y los mediocres de insidia. Reflexionaba ayer sobre esto cuando escuchaba a un resabiado caballero opinar sobre las obras de la exposición de la imagen del Caixaforum y cuando horas más tarde leía a Siri Hustvedt. El caballero, con voz ceremoniosa y patricia, no dejaba de manifestar su insatisfacción ante las diferentes obras expuestas, siendo muy probable que su producción artística oscile entre el cero y la nada. Hustvedt, por el contrario, ha hecho de la duda y la incertidumbre epistemológica su combustible. Uno asiste extasiado a sus deslumbrantes análisis, siempre desde la inseguridad que provoca la interpretación de los hechos. Una de sus conclusiones más firmes es la artificiosa división entre la ciencia y el arte y entre lo que ingenuamente llamamos realidad y la ficción. Tras advertir sobre la nula fiabilidad de los recuerdos, de la precariedad de la memoria, integrada como está por el ingrediente de la fantasía, cuando no del delirio, defiende la verdad de las emociones. Lo que sentimos al leer un libro, ver una película o contemplar un cuadro es tan real como la mitosis en la reproducción celular. Los ensayos de su obra La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres son fascinantes. Siri Hustvedt tiene el don de la perspicacia y la sutileza. Donde muchos solo vemos caos y azar, ella aventura la causalidad y la interrelación. Lo hace además con un estilo literario que en nada tiene que envidiar a su pareja, el afamado Paul Auster.

sábado, septiembre 11, 2021

Entropía

 

El dolor, como la termodinámica, tiene también sus leyes. La primera de ellas sentencia que, como la energía, solo se transforma. La segunda, que la única forma de tolerarlo es saber que nunca desaparecerá. Con frecuencia se vale de la memoria, que dispara a traición con la constancia, la profesionalidad y la eficacia de un francotirador. Ayer, sin ir más lejos, lo primero que me llegó al móvil fue esta imagen, enviada por Google a primera hora. Hoy hace dos años era la frase que acompañaba a la imagen. Pocos días antes habíamos subido los mil trescientos escalones hasta el castillo de San Juan, en Kotor. Nada hacía presagiar la inminencia del desastre. Es una fotografía que tomé en un atardecer otoñal, en esa hora incierta en que el pulso entre la luz y la sombra empieza a desequilibrarse, desde el apartamento que alquilamos en Dubrovnik. De pronto todo mi andamiaje se vino abajo. Volví a comprender que la vida, como los jarrones rotos, nunca puede regresar a su estado original. En física, la entropía mide la cantidad de desorden que hay en un sistema, la parte de energía inútil. Para medirla, necesitamos a los grandes poetas. A Pessoa, a Plath, a Auden, a Quevedo, a Keats, a Celan, a Sexton. Por ejemplo.

sábado, septiembre 04, 2021

De héroes y tumbas


Esta semana, aprovechando que había quedado para comer con unos amigos en Casa Mingo, junto a la ermita de San Antonio de la Florida, me he acercado a ver sus frescos y la tumba de Goya. Al pobre Goya no lo han dejado descansar en paz ni después de muerto. Nada menos que en tres cementerios distintos ha estado enterrado. Para colmo, cuando abrieron su tumba en Burdeos, a los cuarenta años de su muerte, descubrieron que sus huesos estaban mezclados con los de su consuegro Martín de Goicoechea y que, horror, faltaba su cabeza. Nunca más se supo qué había sido de ella. Pero lo de su consuegro es aún peor. En la lápida bajo la que se hallan sus restos y los del pintor, ni siquiera aparece su nombre. Con lo que él ayudó a Goya. Recé una oración laica por ambos.