Ya se sabe que en verano intentamos huir de nosotros mismos, jugar otros roles menos rutinarios, y por ello hacemos kilómetros, huimos a otros países, con la vana esperanza de llegar a algún sitio donde no nos conozcamos. A la vuelta, comprendemos que el huésped plomizo que llevamos dentro no se ha mudado de domicilio y nos recuerda que, mientras paseábamos por París, Galicia ardía y en Líbano los civiles morían por centenares. Pese a todo, este verano pasará a mi cuaderno de recuerdos por la impagable respuesta del director del Patrimonio Artístico de Castilla-La Mancha cuando se le preguntó si se pararían las obras ante la aparición de los restos arqueológicos en un páramo toledano. No hay problema, dijo, donde haya algo haremos una rotonda. Ni Diógenes sería capaz de emular a este tipo en cinismo.