Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

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domingo, noviembre 28, 2021

Almudena Grandes

 

Ayer murió la escritora  Almudena Grandes, a los 61 años. Además de como lector que disfruta una enormidad con sus novelas, tan bien armadas y contadas, le estaré eternamente agradecido por la generosidad con que trató mi primera novela, El canadiense. Tengo observado, es una ley universal, que de los grandes (y ella lo era, no solo por su apellido), uno recibe a menudo su grandeza. Y de los mediocres, su mezquina grisura. Sin ninguna necesidad, Almudena se deshizo en elogios sobre mi obra. Dijo que era un libro ambicioso, complejo, completo, equilibrado y perfecto. No era cierto, por supuesto, no existe la obra perfecta, y menos la de un diletante inseguro y errático como yo, pero eso es lo de menos: sirva para dar una medida de su magnificencia. En el extremo opuesto se hallan quienes te niegan el pan y la sal. Un excompañero de instituto, en Rivas, todo lo que dijo de mi primer relato premiado fue que le faltaba una coma. Una coma. Su máxima gloria (y castigo) fue dirigir un equipo para elaborar un libro de texto. Años más tarde me llamó para que colaborase. Me negué, obviamente. La verdad es que las personas con la vitalidad y energía de Almudena (y de alguien más que conocí muy de cerca) nos parecen inmortales. Es imposible, pensamos, que ningún obstáculo, por fiero y letal que sea, logre acabar con ellas (casi siempre son mujeres). Construía sus novelas con una rara mezcla de íntima rabia, exhaustiva documentación, una empatía ilimitada y mucho oficio. Te iba atrapando en su urdimbre narrativa con suavidad, con la discreción y la humildad de quien sabe a qué huelen los zaguanes y las corralas. Y cuando te relajabas y anticipabas el final, te sorprendía con un último e inesperado giro, dejándote con una mueca de estupor maravillado. Futbolera y colchonera como fue, le diría que pocos sabían dar las asistencias como ella.

lunes, noviembre 22, 2021

Hamnet

 

Es harto probable que Hamlet, quizá la obra de teatro más universal, no existiría de no ser porque un hijo de Shakespeare, Hamnet, murió como consecuencia de la peste bubónica a los once años. En torno a este personaje y a su madre, Anne Hathaway (y al resto de la familia, en un segundo plano), la escritora irlandesa Maggie O’Farrell ha tejido una obra portentosa. Lo hace con un control tenaz del ritmo, con una hábil estructura narrativa y con una caracterización esmerada de los personajes. Impresiona no solo la cuidadosa documentación que se advierte en la novela, sino también la certera selección de los detalles, cómo va ilustrando la trama con unas pinceladas discretas, sin exhibicionismo alguno. Pero es su tono intimista, salmódico y falsamente monocorde, el que cautiva. Recurriendo a un tiempo presente, que fluye naturalmente, y al uso maestro del estilo indirecto libre, O’Farrell logra iluminar una zona históricamente en penumbra, el trasfondo del bardo al principio de su carrera, cuando aún no era más que un afán sin consistencia, un joven atribulado, lleno de incertidumbres. Es inevitable enamorarse de esa Agnes tan sabia, paciente, rebelde y corajuda que no se resigna a ser una nota a pie de página y que nunca supera la pérdida de su hijo, pese a su tenaz empeño y su dominio de los brebajes terapéuticos de la época. Su voz queda e hipnótica nos va envolviendo en algo que si no es un conjuro, se le parece mucho. Pocas veces he visto reflejado el desgarro del duelo de esta manera: They speak to her, these people. She hears words and voices, murmured mostly, but she doesn´t raise her head. These people, walking in and out of her house, pushing speech and utterances towards her ears, are nothing to do with her. They offer nothing she wants or needs.

lunes, noviembre 15, 2021

Gente que suma

 

A, cansada de vivir en Barcelona, guarda algo de ropa en una maleta, se lleva por toda compañía un perro y dos gatos, saca un billete para San Sebastián y se dedica a recorrer con calma la costa cantábrica. Al llegar a Gijón, algo le dice que este es su sitio y decide quedarse a vivir en esta ciudad. Antonia es ciega. Y mi nueva heroína.
ha perdido hace solo unos meses a su compañera de vida. Solemos quedarnos a hablar después de las sesiones de grupo. Me admira la vitalidad y generosidad que muestra en sus intervenciones. A menudo me tengo que contener para evitar abrazarlo. Una de las veces, a propósito de la pérdida de músculo social tras la tragedia, me dice: solo se van los que nunca estuvieron.