Unas nubes apenas
Confiesa Luis Landero en El huerto de Emerson que al ir a depositar un ramo de flores en la tumba de sus padres en el cementerio de La Almudena, como quiera que ya no contaba con las orientaciones de su madre, no supo llegar y acabó dejando las flores en la tumba de un desconocido. Nunca he entendido este alarde de patanería en tantos escritores, como si quisieran presumir de su pertenencia a otra galaxia. Yo sí sé dónde está la tumba de Lola. Tras pasar junto al puesto de flores de la entrada, donde le he comprado una rosa, y el crematorio, tengo que atravesar todo el cementerio por la avenida principal, paseando junto a olmos y moreras. Ella está poco antes de llegar al final, cuando empieza una zona de columbarios, en la parte más próxima a las tumbas junto a la tapia. Basta con prestar un poco de interés por el mundo terrenal y desviar la mirada del ombligo lírico, admirado Landero.
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