El arte acude al rescate
Con la que está cayendo (hasta mi Real es colista, para no meternos en otros costales ni harinas), uno se refugia, como los románticos, en la fantasía, en la verdad de las mentiras, que diría Vargas Llosa. Durante dos horas, el tiempo que dura la película Las aventuras de Tintín, aunque confirmo que las adaptaciones en la pantalla de los cómics pagan un peaje por el camino y pierden una buena dosis del encanto inmediato del cómic y pese a que la trama es archisabida, los personajes estereotipados y la resolución previsible, me dejo atrapar por el reclamo de una técnica portentosa, con secuencias sublimes, como alguna persecución inolvidable, un humor cándido, blanco, y una malla de colores en la que uno se deja caer gustoso. Como en las pesadillas azules que ahora padecemos, hay también un barbudo, El capitán Haddock, pero este, a diferencia de otros, no necesita consultar los papeles ni para salir del naufragio ni para pillarse una melopea de tres pares de cojones.
4 Comments:
Sólo para tocar un poco las narices, prefiero que consulten papeles (señal de que se lo ha/han currado) a que le falten las palabras y no sepa qué decir (la oratoria no es lo suyo, desde luego).
Eso si, la sonrisita del barbudo tiene tela, de hipocresía, no marinera.
Si Tintín me ha parecido siempre un sarasa. Y Rajoy, un maricónplejín, creo, JF, que tengo un problema. Como diría el doctor de 'A toda plana': "Maricas, que sois todos unos maricas". Y los peores, lo que leen.
Anónimo, menudo comentario más desafortunado...
Princesa, es obvio que Anónimo habla en clave irónica. No obstante, confieso que yo soy de Astérix (más bien de Obélix), y que nunca he sido muy tintinero. Respecto a Rajoy, me abstengo, prefiero el capitán Haddock.
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