En cuerpo y alma
De vez en cuando el cuerpo nos regresa a nuestra condición de mortales, nos hace saber de lo complicado de su engranaje, nos revela nuestra vulnerabilidad. Tumbados sobre una camilla, bajo la luz inclemente de unos focos cenitales, nos quedamos desnudos en todos los sentidos. En ese trance, toda la panoplia, la verborrea, la colección de máscaras, todas las personas del yo, los títulos, los premios, los parentescos, las amistades, los amores, valen menos que un bono de deuda griega o la promesa de un político en campaña. No viene mal, tampoco: nos quita de un plumazo el engolamiento y la afectación, nos despoja de artificio y nos vuelve fieramente humanos.
3 Comments:
Llegados a ese punto nos sentimos como un barco a la deriva que escapa a nuestro control y que solo unas manos expertas, que conocen las coordenadas exactas para sacarlo a flote, pueden recatar con una facilidad increíble pera posteriormente dejarlo navegar hacia rumbos y horizontes que nos hacen disfrutar mucho mejor de las maravillas del viaje.
Volvemos a recuperar el timón y cuando lo hacemos solemos aprovechar mejor los nuevos puertos que el trayecto nos depara.
Focos cenitales...
¿Te han torturado para que confieses?
Tal vez no sea el mejor lugar para preguntarte qué te ha ocurrido y si necesitas ayuda pero ya sabes que al enemigo siempre es mejor tenerlo cerca, aunque vista de verde como doña Esperanza.
Mares
Espero que a la vuelta a la realidad hayas vuelto a recuperar todo eso. Sería una pena que lo hubieras olvidado bajo la camilla.
Buen finde
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