Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

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jueves, junio 16, 2011

Némesis

Hay quienes creen que pasar de puntillas por la vida es prueba inequívoca de éxito y prudencia, tipos a los que se etiqueta con calificativos de tío majo o buena persona y cuya principal virtud es guardar un silencio funerario y ovino ante la autoridad competente y no quebrantar abiertamente el código moral de la tribu. Felizmente, Philip Roth no es uno de esos tipos repugnantes: es un formidable tocapelotas, de ahí que diversos colectivos, empezando por la comununidad judía y continuando por la feminista radical, para acabar con diversas banderías religiosas, hagan vudú con su figura y haya recibido numerosas amenazas de muerte. Quiere decirse que Roth tiene la sagacidad necesaria para hurgar en las heridas ocultas, el arrojo de enfrentarse a la verdad revelada por oráculos de diverso signo y la brillantez precisa para hacerse oír. En esta su última novela, Némesis, lleva a cabo una sutil disección del peso de la culpa sobre la vida de un arquetipo, Bucky Cantor, un joven profesor judío, dentro del contexto de la epidemia de polio que asoló los Estados Unidos en los años cuarenta. Bucky arrostra un sinfín de sentimientos de culpa: no haber podido participar como soldado en la Segunda Guerra Mundial, la muerte de su madre al parirle, la figura delictiva del padre, las muertes por la polio de varios alumnos suyos, la aceptación para trabajar en un campamento de verano abandonando su primer colegio y el cuidado de su abuela... Una de las piezas maestras de las religiones es precisamente esa: la inculcación, cuando estamos indefensos, en nuestra infancia, de unos valores irracionales que se dan de bruces con la lógica y el sentido común, pero de los que no lograremos zafarnos durante el resto de nuestra existencia. Estoy hablando, por ejemplo, de la criminalización del placer, de la implantación de un modelo monopolista de familia, de la aceptación incondicional de jerarquías, de la apelación a entes inefables (dios, la patria), y de la exaltación del sufrimiento como medio para alcanzar una postrera recompensa en el paraíso celestial. Para reflejar todo esto, Roth recurre a una prosa fluida, a algún golpe de efecto (hasta la mitad de la obra no nos enteramos de la identidad de la voz narradora), de una estructura tripartita en diferentes épocas, de unas caracterizaciones, especialmente la del protagonista, perfilada con la paciencia de un orfebre, y finalmente, a la autenticidad que destila la galería de personajes y su peculiar universo. Con su ejemplo, el veterano escritor, nos lanza un escueto mensaje: si nunca te han partido la cara es que careces de personalidad, muchacho.

1 Comments:

Blogger Mares said...

Pasar de puntillas solo sirve para no dejar huellas,tanto en el suelo recién fregado como en la vida. De ahí al olvido hay solo un instante.
No conozco a este autor, pero leyendo la reseña que haces acerca de su obra, estoy segura de que me va a encantar.
También pienso que el rostro se talla a fuerza de cincel, que las bofetadas curten y que para quienes sueñan el cielo prometido además de de poner la otra mejilla tiene uno que embestir si es preciso como un jugador de fútbol americano.

Interesante entrada, sí señor.

19:17  

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