Los girasoles ciegos
A diferencia de otros países, como Alemania e Italia, en España no hemos llevado a cabo ni, por usar una terminología afecta a esta hermosa película, examen de conciencia, dolor de los pecados ni, last but not least, penitencia alguna por nuestros pecados históricos. En un reciente viaje a Berlín, mi interlocutor alemán me mostraba su vergüenza por el pasado histórico alemán en el siglo pasado, y yo intentaba hacerle ver que en España también sufrimos un régimen fascista del que aún se sienten herederos ideológicos, con todos los matices que se quiera, un buen número de españoles. Esta, Los girasoles ciegos, es en realidad no una película histórica, sino de terror, de un terror que tiene lo cotidiano como ámbito y a seres inocentes como víctimas. La interpretación de Maribel Verdú, con un personaje donde confluyen todas las torpezas, crueldades y bajos instintos ajenos, es sencillamente portentosa. Con un papel que se prestaba al exceso y a la sobreactuación, logra un punto de equilibrio, siempre precario, un estado de contención, de la parálisis que precede al estallido final, absolutamente admirable. No podemos decir lo mismo del actor Raúl Arévalo, que no da, en mi opinión, con el registro de un personaje que trata de reprimir en vano un deseo visceral. A su vez, Cámara y José Ángel Egido consiguen con sus actuaciones un grado notable de verosimilitud, aunque a bastante distancia, insisto, de la formidable Verdú (mención especial merece el joven actor que interpreta el personaje de hijo pequeño). Ciertamente, Cuerda retrata, ayudado por una magnífica fotografía, una luz tenebrosa, de claroscuro, y una música que subraya una temporalidad sinuosa, la terrible desolación, la atmósfera irrespirable, con tufo a sotana y confesonario, de unos tiempos no demasiado lejanos, y denuncia con elocuencia los excesos del poder, en este caso, nacionalcatólico, aunque creo que, con otro lenguaje litúrgico y puesta en escena, es extrapolable a todos los poderes absolutistas, beneficiarios de una impunidad permanente. No hagan caso a algunos críticos exquisitos: es una gran película. No se la pierdan.
5 Comments:
Por lo que veo, Almudena ha entrado de repente en el martirologio juaniano.
Retirada la causa, desaparece el efecto
Che, no digamos pavadas. Lo ue han dicho sobre esta mujer por osar premiar a un desconocido es inimaginable. Además, El corazón helado es una magnífica novela, premios personales al margen.
Pero por uqé se habla aquí de la Grande Almudena, ¿no sería mejor mencionar que la obra de Alberto Méndez merece leerse sin pensar en Maribel Verdú? Creo que Cuerda ha hecho una versión ampliada para dvd en la que incluye los cuatro relatos del libro.
premios personales al margen
Sí, sí, al margen.
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