Yo también
Sostiene McCourt que deberían crear una medalla para tipos como él, provenientes de familias paupérrimas, con un padre alcohólico y un paisaje sin horizonte alguno. Me adhiero a su propuesta y, de paso, solicito otra para mí. Me apresuro a aclarar, para salvaguardar la honra familiar, que mi padre nunca fue alcohólico (realmente fue un trabajador de sol a sol), pero pobres sí éramos, de esos que ahora llaman de solemnidad. Que yo haya llegado a profesor de instituto se debe a tantas carambolas que debería estudiarse como caso práctico en la Facultad de Estadística. Tuve que aprobar una beca para Cheste (uno entre quince), sacar unas cuantas matrículas de honor para vencer el escepticismo paterno, aprobar la oposición de Magisterio en la primera convocatoria (uno entre 33) y la de Secundaria (por el turno de acceso del cuerpo B al A, a la quinta oportunidad). Sé que no es para salir por la calle tirando cohetes, pero para ser el hijo de un hombre que nunca pisó la escuela porque, huérfano, un tío de mala sombra le puso a trabajar a los 5 años y que hizo la guerra civil en una brigada de choque en la que murieron todos excepto un compañero y él, no está mal. Y sostiene también McCourt que carece de autoestima, que se le robaron en la infancia. A mí también. Cuando Delibes, desde su óptica de señorito urbano, traza esos cuadros arcádicos del medio rural, a mí es que me entra la risa floja. Delibes no tiene ni puta idea de lo que supone ser el hijo de un jornalero forastero en un pueblo pequeño durante la etapa franquista. Te obligan a mirar tanto hacia arriba que acabas con tortícolis crónica, y ese dolor no te lo quita ningún premio José Coronado ni oposición que valga. Te quedas así de por vida, aunque algún despistado crea que, por tu alma lírica, estás mirando las estrellas. Qué coño, sigues mirando hacia arriba de por vida, porque si miras hacia abajo te crujen las cervicales y te entra vértigo. Y sigue sosteniendo McCourt que él no es inteligente ni brillante, sino terco. Yo también. Si hubiera sido inteligente y brillante a estas alturas sería alguien importante, no sé, catedrático de Pedagogía, líder sindical, jefe de planta del Corte Inglés o asesor cultural de Aguirre, y si no hubiera sido terco, habría hecho caso a quienes se han pasado la vida diciéndome: imposible. Ello no significa que practique el corporativismo social. Entre mis escasos amigos, además de casos perdidos para la causa, se halla alguna persona acaudalada, con un nutrido personal de servicio incluso, y he conocido el suficiente número de obreros como para saber que entre ellos hay también numerosos ejemplos de miseria moral. Pero cuando yo defiendo una escuela pública de calidad es porque creo, con razón, que el trabajador tiene tanto derecho como cualquier otro a llegar a ser un burgués sin escrúpulos o, llegado el caso, un hijoputa de ley.
2 Comments:
Tras leer este texto, que por cierto, me ha gustado mucho, he ido rapidamente al google a buscar a McCourt, que sintiendo mucho mi ignorancia, no sabía quien era.
Solo me queda darte la enhorabuena por todo lo conseguido asta ahora.
Ningú pot considerar que la vida siga un camí de roses, ni tan sols aquells que des de ben petits ho pensem que ho tenen tot. Sempre lluitem per aconseguir allò que no tenim. Potser que els pobres busquen un millor estatus social, però els qui ja el tenen, tenen altres carències importants moltes vegades realcinades amb l'afectivitat o altres aspectes. El que resulta evident és que la vida és una lluita diaria que no s'acaba mai i si alguna vegada ho deixem de fer, aleshores estem desaprofitant-la.
Una visió un tant pesimista a la vegada que realista.
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