Dilema
El 7 de mayo de 1985, Tim Hennis, un sargento de la Armada de 27 años en Fayetteville, Carolina del Norte, respondió a un anuncio clasificado de una mujer de su misma ciudad que intentaba vender un setter inglés. Así comienza un apasionante reportaje de Nicholas Schimidle sobre el asesinato de esa mujer, Katie Eastburn, y dos de sus hijas, y el posterior y complejo proceso judicial que lo siguió. Condenado en primera instancia por un jurado popular que basó su veredicto unánime en varias pruebas concluyentes, como la ocultación de información decisiva por parte del encausado y el testimonio de un vecino de la víctima que juró sin ningún género de dudas haberle visto cerca de la casa de ella la noche del crimen, Tim Hennis fue condenado a muerte y apartado del ejército. Cumpliendo la pena, y a la espera de la ejecución de la sentencia, años más tarde su abogado consiguió una revisión del caso, apoyándose en pruebas no menos concluyentes, como que había restos de sangre que no coincidían con ninguno de los relacionados con el crimen, que había huellas en el suelo que tampoco coincidían con el sospechoso y que otro vecino guardaba un parecido asombroso con aquel. Una vez absuelto, pidió el reingreso en el ejército y llevó una vida intachable, hasta el punto de que un periodista que investigó sobre el caso, Scott Whisnant, publicó un ensayo, que acabó convirtiéndose en un bestseller y usado en las facultades de derecho, en el que defendía la inocencia del personaje. Sin embargo, 25 años después, con Tim Hennis ya fuera del ejército de nuevo, esta vez por voluntad propia, el propio Whisnant le preguntó a uno de los detectives del caso si habían analizado el ADN del semen encontrado en la vagina de la víctima. Una vez efectuada la oportuna comprobación, el semen resultó pertenecer, sin ningún género de dudas, a Tim Hennis. Ya se sabe que una ley prohíbe juzgar a un hombre dos veces por el mismo delito, por lo que el hallazgo parecía condenado a la esterilidad, pero he aquí que el ejército recurrió a una polémica maniobra: obligar su reingreso para así volverle a juzgar, esta vez por lo militar. Era necesario que el veredicto del tribunal militar fuese unánime para sentenciarlo a muerte, y lo fue. Actualmente, Tim Hennis, de 53 años, aguarda en el corredor de la muerte, mientras sus abogados continúan pidiendo la revisión del caso, acogiéndose a la ley mencionada. Un buen asunto para un debate, sin duda.
4 Comments:
No veo la diferencia entre este caso y el de la entrada anterior. Supongo que el sargento también sería un artista en salirse de rositas durante tantos años.
Por cierto, A/A mis comentarios suelo hacerlos desde mi cuenta blogger y si no es así, los suelo firmar, así que de anónimo nada de nada.
Mares, a veces la ley y el sentimiento van por senderos diferentes.
Realmente se trata de un caso en el que resulta muy difícil defender una determinada postura, sea a favor del juicio o no, pues ya de entrada, nos enfrentamos a un sistema judicial que necesitaría una enmienda a la totalidad.
Es un guion bueno para una película, con continuas rupturas argumentales. El clásico inocente por un crimen que no cometió, se transforma en un caso judicial del abogado correoso y listo que sabe sacar partido de las chapuzas del sistema, incluso cuando acierta. Pero me ha parecido advertir que el pillo ha tenido al final su merecido. Triple salto mortal.
Meter aquí lo de Polanski es broma, ¿no? A/A
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