
Mi amiga X, que se define a sí misma como un tanto casquivana, no sale de su asombro a propósito del descubrimiento de unas partículas llamadas neutrinos que, al parecer, son más rápidas que la luz y echan por tierra las teorías de Einstein. Yo, argumenta, conozco a varios tipos que eyaculan a una velocidad muy superior a la de la luz, y nunca se me ha ocurrido darle importancia científica alguna.