La paradoja del barbero
Sostenía Bertolt Brecht que la duda es un síntoma inequívoco de inteligencia, en la línea de la paradoja socrática y su grado de saber. De ser, como creo, cierto este principio, el filósofo Frege fue uno de los tipos más inteligentes que ha alumbrado la historia. Tras invertir varios años en su intento por darle una formulación lógica a la aritmética, bastó una carta de Bertrand Russell planteando una contradicción en su sistema, la famosa paradoja del barbero, o el conjunto que consta de elementos que no son miembros de sí mismos, para echar abajo su teoría. La prontitud y humildad con que encajó el golpe fueron francamente admirables. En lo que a mí respecta, tengo comprobado que, en general, el grado de cerrazón que el personal muestra en los foros públicos es directamente proporcional a su grado de imbecilidad. Loada sea la duda, pues, como sostenía don Bertolt.
8 Comments:
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Em perd pel laberint dels teus mots, no sé on vols anar a a parar, però reflexionant una mica sobre el que dius, crec que podríem establir un primer aforisme sobre el dubte:
On hi ha una certeça absoluta, no hi cap cap mena de dubte, però aquest darrer és condició indispensable sense la qual no hi hauria certeça `possible.
Donde existe una certeza absoluta, no hay lugar para la duda, pero ésta última es la premisa indispensable sin la cual nunca llegaríamos a una certeza posible.
Ahora ya solo me falta inventar otro sobre el grado de imbecilidad de aquellos que se cierran en banda cual cielo encapotado, pero como voy tan perdida que no me encuentro ni yo, igual corresponde que me cubra primero bajo el velo del oscurantismo a ver si así despejo dudas :)
El primer comentario es mío, lo he borrado por problemas dactilodisléxicos.
No quisiera generar más dudas :)
JN, quiero ir a parar adonde fue a parar Brecht, nada más. Juan
Ni yo, tan solo bromeaba.
En mi caso, el dudar me causa el mismo efecto que una inyección de Botox.
Buena entrada.
Feliz cumpleotoños.
Gracias, Mares. Juan
La paradoja del emir:
Érase un emir que reunió a las tres doncellas más bellas y virtuosas de su reino, a las que dio 5.000 monedas de oro para que demostraran quién era la mejor para desposarse. Una multiplicó el dinero por diez con hábiles inversiones en las finanzas y apostando por la quiebra controlada de Grecia. La otra se lo gastó en ella misma para ser más bella que nadie. Y la otra lo usó para matricularse en una High School donde aprendería 3 idiomas y así deleitar al emir en disintas lenguas. ¿A quién eligió el emir? A la que tenía las tetas más gordas, porque los hombres son así.
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