En el principio
Quiero escribir estas memorias sin orden ni concierto, ignorando la coherencia espacial o temporal, pero en este ocasión empezaré por el principio, por mi debú profesional. Ahí estaba yo, con mis flamantes 24 años, entrando por la puerta metálica del colegio Divino Maestro, en Pozuelo de Alarcón. Huelga describir pormenorizadamente los síntomas del tímido ortodoxo: sequedad bucal, taquicardia, sudor frío y el miedo a no estar a la altura de las circunstancias. Me dirigí hacia el despacho de la directora, una mujer de quien pronto supe que era miembra (perdón por la demagogia) del Opus Dei, y abordé a una mujer vestida clásica e impecablemente cerca del mismo. Impulsado por el nerviosismo, no solo presenté mis credenciales, sino que le endosé un interminable discurso en el que mostraba la mejor de mis disposiciones para el trabajo, mis fundamentos pedagógicos, mi concepción del mundo y mi biografía personal. No le hablé de mi vida sexual porque en aquella época, recién licenciado del servicio militar, era inexistente, si exceptuamos alguna esporádica práctica onanista. Ella aguantó flemáticamente el chaparrón y cuando acabé, se limitó a decir: muy bien, pero yo soy la conserje.
6 Comments:
¿Y qué hacía una mujer perteneciente a una institución político-económica encaminada a la conquista, uso y abuso del poder, en un colegio?¿Tenía la misión de captar fieles adeptos? ¡Qué horror!
Supongo que el mundo se caería a tus pies. ¿Cómo lo arreglaste?
Porfa, no nos dejes con la miel en la boca.
Esa sensación de importunismo total, es algo que todo el mundo ha experimentado alguna vez. La famosa expersión: "Tierra trágame" debe haber pasado por la mente de todo ser viviente y si hay alguien que se haya librado de ella, que lance la peimera piedra.
En la cena de final de curso, cedí mi asiento a un joven a quien supuse novio de una compañera recien llegada. Cuando vi la cara de sorpresa del chico, me di cuenta de inmediato de que se trataba de un padre de algún niño de infantil. Mi compañera me dio las gracias porque el chico estaba para comerselo, pero me aclaró que su novio se había quedado en casa. La carcajada fue general y el ridiculo que sentí, espantoso.
Bueno, tengo una cierta fama de metepatas. LO que hago después, como penitencia, es contarlo. Me sirve como material literario.
Si te parece, puedo pasarte un montón de materal de ese tipo. Meto la pata constantemente.
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