Los cuerpos fugaces
Al empezar una nueva novela son inevitables algunas preguntas: ¿merece la pena tan descomunal inversión de tiempo?, ¿tengo el suficiente talento para ser publicado?, ¿estoy dispuesto a afrontar los descubrimientos de todo tipo que irán surgiendo? Escribir una novela es comparable a correr una maratón. Siempre llega un momento en que el dolor es tan fuerte que la tentación de abandono es demasiado apremiante como para ignorarla. Tengo los personajes: un periodista deportivo, una profesora, una paisajista, un arquitecto, una inspectora de policía, un guía turístico, un periodista con vocación de escritor, una adolescente, una actriz aficionada, un jubilado por un atentado terrorista, otro joven adolescente. Y tengo escrito ya el primer párrafo, el más difícil. De modo que, sin mapa alguno, pero con una brújula algo desnortada, iniciaré el viaje de largo recorrido con la esperanza de llegar a alguna parte.
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