De muertes afectivas
Se pregunta Bécquer en una de sus rimas adónde van a parar los amores perdidos. Por su parte, Vila-Matas en uno de sus relatos localiza en un lago chileno el sitio al que van las almas tras la muerte física. Personalmente, vivo las muertes afectivas con similar intensidad que las muertes físicas. Unas y otras suponen la imposibilidad de recuperar a alguien con quien en su momento tejimos una urdimbre de afectos y complicidades. Cabe achacarlo a mi labilidad emocional, pero tengo que admitir que el silencio, un silencio grávido y frío como una losa, de los que por un motivo u otro desaparecieron de mi universo vital, resuena durante un largo tiempo en mis oídos como un aldabonazo en el vacío.
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