Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

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domingo, octubre 28, 2007

A contratiempo

Sucedió exactamente así: ella sonrió y él se quedó pedaleando en el vacío. Luego, la voluntad y el azar se conjuraron para salvar los abismos, desabrochar los corsés moralistas y encerrar con siete llaves los dicterios de la lógica y el sentido común. Durante un tiempo improbable, ambos se declararon en rebeldía social y cruzaron el espejo para instalarse en un territorio mítico e intangible, donde su única brújula era la pasión y su único horizonte la eternidad. Hasta allí no llegaban, ni siquiera amortiguados, los ladridos de la jauría ni las exigencias del minotauro de guardia; tan solo un rumor fluvial que les convocaba a sumergirse en sus aguas purificadoras y expiar todo el caudal de fracasos y errores. Libres de cargas, sin lastre alguno, en un estado próximo a la ingravidez, se dedicaron a recorrer sus cuerpos usando los cinco sentidos, con la profesionalidad del espeleólogo y la intrepidez del explorador. Las palabras recuperaron su pureza cósmica, sonaban en sus labios como dichas por primera vez; también las miradas aparecían limpias de toda la pátina que una iglesia milenaria, un Estado policiaco y la tradición familiar habían ido depositando sobre ellas.
Pasaban los días dibujando arabescos sobre la piel, midiendo la intensidad de sus espasmos telúricos, escribiendo con trémula caligrafía frases gozosas, balbuceos primarios, todo un catálogo de sentimientos y afectos, desde la exquisitez florentina a la procacidad quevedesca. En su república, no tenían jurisdicción las fuerzas del orden, ningún probo funcionario era necesario para sellar la unión de sus cuerpos, los poetas podían seguir ladrando a la luna en rimbombantes sonetos: ellos dos se bastaban a sí mismos en su patria autóctona e indivisible, eran más que capaces de autogestionar los asuntos del corazón y de la entrepierna.
Fue en una ciudad imperial donde ella tuvo el primer acceso de convencionalismo. Con la vega del Tajo a sus pies, ensartó media docena de tópicos, le habló de cordura, fue vistiendo con epítetos brunos aquella relación, habló de poner los pies en la tierra, de sentar la cabeza, de crímenes y castigos, de caminos a ninguna parte. Él se sintió como el niño que nunca dejó de ser perdiendo su globo, peor aún, estallándole entre las manos. No era consciente de cómo se había ido limando la ilusión, de cuándo había empezado la poda del futuro, pero comprendió con toda crudeza que el viaje había terminado y que en cualquier momento un cariancho revisor, con su mostacho reglamentario, le echaría a patadas del tren. Por eso, y porque sabía que cada palabra sólo serviría para clavar obviedades en el tapiz de la noche toledana, emprendió el camino de regreso adonde pasta plácidamente la mansa muchedumbre.

Publicado en Distrito 19

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