Lunasol
M-40, 8.30. Enfrente, la luna llena. A mi espalda el sol. Tal vez por mi estado febril (el primer virus de la temporada), me acuerdo del devastador y formidable verso de Rilke: la luna es el sol de los muertos. Y tal vez también debido a la fiebre, me digo que debo hacer un cambio de sentido en la primera salida.
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