El turista accidental
El viaje empieza con un toque de alta cultura: le arreo un bolsazo involuntario al director de cine Mariano Barroso a 10.000 metros de altitud. El hombre debe estar acostumbrado a los palos de la crítica, porque no parece inmutarse. Luego, sigue con el primer deber de todo viajero que se precie: perdiéndome en el aeropuerto, lo que me permite rentabilizar tantas horas de Inglés. Me dirijo a una pareja de vigilantes y con esmerada pronunciación hago la inevitable pregunta: How do I get to the railway station, please? La respuesta fue, como era de prever, al fondo a la izquierda, como los servicios en los bares españoles. A la llegada al hotel, en un barrio acorde con nuestra categoria social, Kensington and Chelsea, me dispongo a seguir practicando idiomas, pero no es necesario: la recepcionista resulta ser descendiente de latinoamericanos. Mañana más.
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