Una jornada con Brines en Chinchón
Tuve la fortuna de pasar varias horas charlando, allá por el 2000, con el recién fallecido Francisco Brines. Me pareció un hombre encantador. De buenas a primeras, mientras íbamos en el coche camino de Chinchón, adonde nos dirigíamos a comer, empezó a interesarse por mis proyectos literarios. Me pareció una inversión de la realidad. Un tipo que había ganado un montón de premios relevantes y que aparecía en todos los manuales, preguntándole a otro que a duras penas había publicado un relato en una antología qué estaba escribiendo. Brines no solo hablaba muy bien. También sabía escuchar. He leído su obra y me parece que emana autenticidad. Hay en sus versos la elegía anticipada del que ya no seremos, una trascendencia del presente etílico que nos abotarga y entumece. Y hay también una exaltación festiva del amor, no importa su género. Cuando noto que me deslizo hacia mi contumaz prejuicio sobre los poetas, pienso en Brines y en su capacidad para observar al otro. Por eso era tan gran poeta.
2 Comments:
"'Como si nada hubiera sucedido'./ Ese es mi resumen/ y éste en él mi epitafio./ Habla mi nada al vivo/ y él se asoma a un espejo/ que no refleja a nadie".
Cuánto cuesta asumir el nadie que seremos y que acaso nunca dejamos de ser, ni siquiera cuando nos creíamos inmortales, querida Joana.
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