Maestros
Tras recibir el Premio Nobel de Literatura, Albert Camus, el escritor francés, le escribió una carta de gratitud a su maestro, el señor Germain. También yo guardo una inmensa gratitud a mis maestros. Con independencia de mi mayor o menor grado de admiración hacia cada uno de ellos, de todos aprendí algo valioso y guardo un grato recuerdo. Del primero, de don Antonio Gómez, la importancia de la voluntad en el destino de nuestras vidas. Querer es poder, nos repetía a menudo. De don Antonio Pérez, pese a los pocos meses que lo tuve como maestro, debido a su repentina muerte, su profesionalidad y el generoso elogio que hizo de lo que fue mi mayor (y única) hazaña futbolera, meter tres goles en uno de aquellos disputados partidos del recreo, con pelotas no necesariamente esféricas, donde había que regatear al mismo tiempo al rival y a algún eucalipto. De don Paco Vidal, el habernos llevado en alguna ocasión a su domicilio para ver nada más y nada menos que un partido de la selección española. De don Diego, su afable tranquilidad y las excursiones que nos organizaba al campo. De forma intuitiva sabíamos que la única posibilidad de romper la cadena generacional de vidas duras y escasamente remuneradas, pasaba por perseverar en los estudios y el logro de alguna beca. También nuestras madres lo sabían, e hicieron algo insólito en aquellos años de silencio: ir a hablar con un maestro forastero, cuyo nombre omito, para quejarse de la poca atención que nos prestaba. Ya hablé en su momento de la deuda de muchos en el pueblo con don José, por su empeño en facilitarnos el acceso a las becas. Por cierto, esto era lo que Camus le decía en aquella carta al señor Germain: sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.
2 Comments:
Que importante ha sido siempre la figura del maestro para construir una sociedad llena de los mejores ciudadanos, médicos, empresarios, policías, filósofos...
No se puede ser Einstein sin un buen maestro que te haga amar las matemáticas y la física, aunque coincido que los astros también han de alinearse en la trayectoria del niño para obtener las mayores posibilidades para crecer.
Un buen maestro puede cambiarte la vida.
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