Blog de Juan Fernández

De todo un poco, como en botica. Apuntes medioseculares, donde, por hablar, se habla hasta del gobierno. Este blog cuenta con la bendición de los siguientes santos: San Woody, San Humphrey, San Frank McCourt, Santa Almudena, Grande de España, patrona de los canadienses, y Santa Dorothy Parker. Borrachos y borrachas de sombra negra, abstenerse.

Mi foto
Nombre:
Lugar: Madrid, Spain

jueves, noviembre 21, 2019

Educación



            Ha bastado el reconocimiento de una obviedad, que en la manoseada Constitución en ningún momento se habla del derecho a elegir centro, para que la derecha, tanto la valiente como la cobarde, se nos soliviante. Lo que sí dice la Constitución en el apartado cuarto del artículo 27 es que la enseñanza básica es obligatoria y gratuita. Hasta donde yo sé, los colegios concertados, no digamos ya los privados, cobran sus buenos dineritos. Habla también de la libertad de enseñanza, pero es digno de admirar cómo la derecha, en cuanto oye esta palabra, libertad, se pone estupenda. Para ellos libertad, en realidad, significa negocio a la vista. Y perpetuación del statu quo. Para un servidor, en muchos casos, significa desigualdad. Bajo el señuelo de la libertad (el viejo truco trilero de las grandes palabras para ocultar grandes mezquindades), se sanciona y afianza una doble red educativa en la práctica, una suerte de segregacionismo social tan repugnante como el de sexo o raza. 
            Durante 36 años, he sido profesor en la enseñanza pública. En las últimas décadas, a partir de la llegada de Esperanza Aguirre a la presidencia de la Comunidad de Madrid, he asistido con rabia e impotencia a su progresivo deterioro, mientras se favorecía sin pudor la escuela concertada, en gran parte fuertemente doctrinal y católica. El proyectado concierto del bachillerato, por parte del Gobierno Ayuso, es el golpe de gracia de la escuela pública. Todo ello, claro, con el beneplácito de gran parte de nuestra atemorizada y menguante clase media, feliz de que sus vástagos no tengan que compartir pupitre con la población más desfavorecida y, supuestamente, más conflictiva, por temor a que se contagien de la vida real y se agriete su burbuja de felicidad.
            Es cierto que la absoluta igualdad de oportunidades es una quimera. Hechos azarosos, como el nacimiento en un tipo de familia u otro, el medio en que te desarrollas o la herencia genética, determinan en parte el futuro de las personas. Pero precisamente por ello hay que evitar agravios añadidos. La existencia de esa doble red educativa a la que antes me refería es una de ellas. De formarse finalmente un gobierno progresista, ese ha de ser precisamente uno de sus caballos de batalla. Una escuela pública y laica de calidad. Para rezar ya están las iglesias, las mezquitas y las sinagogas.