El donante de sonrisas
Me dice el bibliotecario que tengo un libro sin devolver. Debe tratarse de un error, estoy seguro, le digo. El hombre se recorre toda la estantería, para ver si lo encuentra. Mira bien en casa, me dice. A los cinco minutos estoy de vuelta para informarle de que el libro no aparece ni por asomo. Hasta la directora toma cartas en el asunto y me hace pasar a su despacho, toda compungida, para revisar los archivos. De nuevo en casa, descubro que el libro está caído tras la impresora. Regreso con dos libros, el recuperado y un ejemplar de La sonrisa de Buster Keaton. Mis disculpas, le digo al bibliotecario; y como justo castigo, añado, quiero hacer una donación. Coge el ejemplar y lee en voz alta el nombre del autor, Juan Fernández Sánchez. No he leído nada de él, me informa. Yo tampoco, le contesto. Y me voy.
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