La vida privada de los árboles
La vida, sobre todo la privada, es dolor, viene a decirnos Alejandro Zambra en esta obra engañosamente menor. El narrador espera el regreso de su mujer y decide escribir hasta que llegue o sepa que nunca ha de volver. Es una escritura exorcizante, que trata de encubrir la circunstancia temida, la posibilidad aterradora. Como muchos de nosotros, Julián se ve desbordado por los acontecimientos, la vida es un artilugio sin manual de instrucciones, sorprendente, injusta, imprevisible. Nada puede salvarnos. La inversión generosa de afectos, el derroche de bondad, de racionalismo, pueden precipitarse por el abismo del olvido y dejarnos, como última coartada para no saltar nosotros mismos al vacío, el estéril recurso al pataleo de contarlo. Aunque sepamos que ella nunca nos leerá, ocupada como está en amar otros cuerpos y cultivar nuevas pasiones.
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