Desierto
Una de las obsesiones de Pasolini era el desierto. Aparece en muchas de sus películas, en Teorema, por ejemplo. El desierto como epítome de la soledad, de la angustia y de la falta de horizontes alternativos. Porque lo primero que ha de saber el viajero es que en el desierto no hay puerta de salida. Cómo haya llegado hasta él es lo de menos. Puede que no haya sabido jugar las cartas, o que siempre sintiera una pulsión irrefrenable por acabar en él. O puede haber llegado por azar, por la mala fortuna. Entonces el viajero ha de saber que en lo sucesivo ese será su paisaje, la sombra su única compañía, que solo lo abrazará el viento. Será en vano que grite pidiendo auxilio. Lo más que puede conseguir es la mirada compasiva de algún nómada de paso. Así es y así será siempre.
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