Tras
Hay tras la muerte como una resaca, una suerte inefable de modorra y atontamiento. Comprendo perfectamente a Margarit cuando en uno de los poemas dedicados a su hija Joana, estando ella al borde del abismo, le susurra no te vayas, no te vayas. Sabía, lo sabemos todos, que al irse ella también se irá una parte enorme de nosotros. Es, en realidad, una doble despedida. En lo sucesivo, lucharemos por aceptarnos como un ser demediado, seremos otro, un extraño.
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