Indignados
Hay
negociados en los que invertir te garantiza unos magníficos dividendos. Entre
los más rentables, a juzgar por su resultado, está el Negociado de la indignación.
Cualquier motivo es bueno para rasgarse las vestiduras, exhibir sin pudor los
agravios y reclamar una indemnización. Todo consiste en mostrar tus
credenciales como miembro de un colectivo y mostrar un cabreo perenne. Ser catalán
o español, hombre o mujer, foráneo o nativo, cualquier identidad te proporciona
suficientes avales para bendecir o condenar, según corresponda, a tirios o
troyanos. Lo de menos es que argumentos y razón brillen por su ausencia: se
trata de llevar la polémica al volátil campo de las emociones primarias. Tampoco
importa que pese a su fiera puesta en escena, el máximo riesgo que se asuma en los
ritos tribales sea un esguince de muñeca al aporrear con saña el tambor.
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