Santoral
Si hay algo en lo que coinciden los ortodoxos de izquierda y los de derechas, es en la necesidad de disponer a mano de una serie de iconos o santos a los que venerar. En un caso, los prefieren con un toque gore: parrillas al rojo vivo, clavos, espinas y cilicios; en otro, les apasiona el modelo que, muy a su pesar, podríamos definir como americano. Viene esto a cuento de un reportaje sobre Daniel Pennac que aparece hoy en Babelia. Me consta que, también aquí en España, son legión sus seguidores y que, con cierto sarcasmo, podríamos hablar de un club de fans. Siento una desconfianza instintiva hacia todos aquellos que parecen haber descifrado la piedra de Rosetta y se dignan, compasivamente, a hacernos una traducción por un módico precio en dinero y en especie. Son asiduos de los medios de comunicación, personajes mediáticos que proclaman sin asomo de duda a los cuatro vientos su verdad arduamente conquistada y se nos presentan como modelos a imitar. Echo a faltar en muchos de ellos algún gramo de ironía, algún mejunje para rebajar la densidad de sus profecías, de sus recetas universales. Con aire condescendiente, se avienen a compartir con nosotros la fórmula del éxito, con palabras que más parecen un manual de autoayuda que un discurso serio. Lo que Pennac, sucintamente, viene a decirnos, es que transmitamos nuestra pasión por la literatura, que practiquemos la empatía, que no subestimemos a nuestros alumnos, que demos prioridad a la comprensión sobre la memoria y alguna otra consigna que nos remite a nuestra ILE y a Giner de los Ríos. Cómo estar en contra. Pero para decir semejantes obviedades no hay que ponerse tan solemne, tan fatuo, ni mostrar con orgullo apenas disimulado su rosario de éxitos. Es probable que los responsables de esta entronización, de estas canonizaciones más o menos laicas, no sean los Pennac y compañía, sino una sociedad inmadura que, en cierto modo, lo que ha hecho ha sido sustituir una liturgia y unos oficiantes por otros. Recomiendo en este sentido la obra de George Steiner Nostalgia del absoluto. Lo que intento explicar es que en la eterna pugna entre Sartre y Camus, yo estoy del lado de este último, aunque, a diferencia de aquel, ni siquiera tuviese la oportunidad de rechazar el Nobel porque nunca llegaron a ofrecérselo.
4 Comments:
¿Qué pretendes, acabar con nosotros? La obra de Steiner a que haces referencia es para hacer una lectura reflexiva tan profunda que nos puede dejar exhaustos. Su intento por intentar demostrar que es imposible sustituir el vacío teológico por la verdad cientifica,puede llevarnos a replantearnos tantas cosas que mejor será dearlo para otra ocasión.
Está claro que nada puede evitar "el absurdo" de la vida, pero creo que debemos luchar contra él. Evidenciarlo me parece un error demasiado peligroso.
¿De qué absurdo estamos hablando?
Del que proclama Camus.
Publicar un comentario
<< Home