Nuevo orden
Hay en la película del mejicano Michel Franco una convicción desalentadora, algo que se constata con darse una vuelta por los miles de foros en las redes sociales: la maldad humana es infinita. Nos gusta simular que toda la tramoya sobre la que representamos nuestra condición social se corresponde con nuestra verdadera alma, pero basta con repasar un poco la historia, incluso este presente pandémico, para cerciorarse de que la maldad es también un virus altamente contagioso. Todo mesócrata lleva un francotirador de Sarajevo dentro. Bajo su sonrisa artificiosa, a poco que se den las circunstancias adecuadas, se esconde un potencial asesino en sus horas libres.
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