Machos alfa
El macho alfa no ha leído nunca a Huxley. Ni falta que le hace. Suelta verdades como puños, no tiene pelos en la lengua, ni complejos, ni escrúpulos, habla sin ambages, llama al pan, pan, y al vino, vino. El macho alfa no duda, no pregunta, no argumenta, no rectifica. Lleva razón por decreto. Tiene respuestas fáciles para problemas complejos, todo lo arregla en un santiamén, con un poco de mano dura, si hace falta. Rechaza los impuestos, el cambio climático, el evolucionismo y las estadísticas. No se arruga, es echao p’adelante, lo intenta por las buenas pero, llegado el caso, si hace falta, resuelve el asunto por las bravas. Llama a las cosas por su nombre: maricón, bollera, moro, negro, panchito, rojo, subnormal, zorra. Es hombre de fe, la de toda la vida, antes de que llegaran por tierra, mar y aire los descendientes de los que expulsamos de estas tierras hace siglos. Y es un patriota a carta cabal, exhibe con orgullo su bandera y se le hincha el pecho cuando suenan las notas del himno, duros, sí, pero no de piedra. Es devoto de la tradición, las procesiones, las corridas de toros, la caza, el boxeo, la legión y de los chistes de gangosos, cojos y tartamudos. Si buscan alguno, están de enhorabuena: este año se espera una magnífica cosecha.
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