Cosecha de mendigos
En el barrio madrileño en que vivo, con las primeras lluvias otoñales, han empezado a crecer los mendigos. Los veo ahí, bajo los soportales, cada mañana, casi invisibles para la multitud de vecinos que se dirigen presurosos hacia su trabajo, rumiando sus cuitas personales. Me gustaría invitar a mi barrio a tanto hipersensible ante un chiste de mal gusto sobre la bandera y explicarles que la verdadera patria, ese concepto abstracto con el que se les hincha el pecho y quiebra la voz, está aquí, en las calles de mi barrio. Resulta aburrido ver cómo el truco sempiterno de ocultar los problemas concretos, el hambre, la vivienda, la educación, la sanidad, la igualdad de géneros, el respeto a los diferentes colectivos, la no discriminación, la asistencia social, con abstracciones e intangibles, como Dios y Patria, sigue dando tanto rédito electoral. Y me gustaría también explicarles a los jóvenes líderes de lo viejo y anquilosado que no hay banderas suficientes, por feraz que esté siendo la cosecha, para abrigar a tanto mendigo.
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