Ministerio
No hay nada como tener prejuicios para romperlos. Pasa uno del tráfago del instituto, del bullicio hormonal de los adolescentes, al silencio espléndido de los despachos en el ministerio, con la Avenida de América a nuestros pies, y encuentra a funcionarios trabajando, a Pilar, la secretaria, y a Carmen, mi jefa, ambas con su verbo cálido de bienvenida y su sonrisa educada, y confieso que me gustan estos contrastes, me siento bien ante la mirada caribeña de JM o la sonrisa bravucona de OS en el instituto y la frase exquisita, a media voz, en Arturo Soria. Igual de bien que cuando horas más tarde me reúno con la comisión de cultura en la asociación de vecinos, feliz por hallarme entre gentes de gesto sobrio que miran de frente y te hacen crecer.
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