Haruki Murakami
De todas las lecturas de este verano, sin duda la de Kafka en la orilla, del japonés Murakami, ha sido la más impactante. No niego que hay momentos en los que uno está tentado de arrojar el volumen a la papelera, por alguna que otra fácil concesión a los lectores, como si de un vulgar Ruiz Zafón se tratara, pero, como los grandes jugadores de golf, siempre es capaz de salir del búnker. Pese a que el protagonista es el joven Kafka, el personaje que se granjea las simpatías del lector es el ya inolvidable Nakata, un anciano autista que conversa con los gatos y que con su simplicidad nos demuestra la insoportable gravedad de tanto imbécil envarado que anda suelto a nuestro alrededor. Con un estilo directo y eficaz, Murakami consigue crear su propio universo estético y moral. Eso sí, las fuerzas de orden moral, no importa si vestidas de primera comunión o de gótico light de Zara, deben abstenerse: hay algunas escenas de sexo que pondrán en peligro su estabilidad (si la tuvieren) emocional y alguna alusión humorística sobre tan sagrado tema.
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