Renuncia
Desde que en mis años mozos llegué a Sevilla tras haber sido expulsado de Éibar, no había sido recibido con tanta expectación como esta mañana en mi nuevo instituto. No había acabado de entrar cuando varios compañeros se han dirigido a mí preguntándome por mi predisposición a aceptar la jefatura de departamento. Hablo con tirios y troyanos y llego a la conclusión de que hay dos compañeras más que proclives a desempeñar ese cargo. Entonces, ante el estupor general, en el mejor estilo revertiano, sentencio: A mí los cargos me la traen floja.
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