Bien mirado
Bien mirado, tampoco puede decirse que el violinista tuviese tan mal día. Es cierto que el director de orquesta, un enajenado mental, le acusó de incitar a la orquesta a cambiar el compás, que una ráfaga de viento se llevó su partitura, que una cuerda saltó por los aires en pleno solo y que su mejor amigo en la orquesta aprovechó el descanso para saldar viejas rencillas. Y si además no hacemos una tragedia sobre la circunstancia de que al llegar a casa lo único que le recibió fue una ristra de mensajes para aumentar el tamaño de su miembro viril, el día, verdaderamente, tampoco fue tan negativo.
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