Will you please be quiet, please?
Solo por este título Raymond Carver ya merecería entrar en la historia de la literatura. En sus relatos, como en la definición del ente de Kant, hay también una importante distinción entre lo aparente y lo real. Carver nos muestra un mundo supuestamente trivial, con seres anodinos de grises existencias a los que, por lo general, no les sucede nada remarcable. Lo hace con una naturalidad pasmosa, con la fluidez y la mansedumbre de un río por valles de suave desnivel, pero de pronto aparece un meandro inesperado, un sutil elemento en la trama que nos hace sospechar que el terror late bajo esa apariencia irrelevante. En, por citar otro relato, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?, basta una cordial conversación vespertina entre dos parejas para que comprendamos al fin que lo verdaderamente preocupante de sus relatos es que nosotros bien podríamos ser cualquiera de los cuatro personajes que van sumiéndose, sin ser conscientes de ello, en la oscuridad del ocaso.
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