Mozart y todo lo demás
Acostumbrado en los últimos tiempos a escuchar toda suerte de comentarios quejumbrosos, de lamentos apocalípticos, me doy para compensar un baño de Mozart en el Auditorio. Pese a que nos escamotean la obertura de La flauta mágica, la orquesta alemana nos obsequia con las sinfonías 35 y 41 y, también, con la obertura de El rapto en el serrallo. Es un un festín para los sentidos ver cómo Mozart va armando la pieza mediante armónicos paralelismos, oportunas réplicas, sutiles gradaciones, deslumbrantes solos, con su sintaxis compleja pero no indescifrable, engañosamente familiar, hasta que, cuando quieres evadirte, comprendes que con su música te ha construido un acogedor hogar en el que dan ganas de quedarse para siempre, a salvo del aluvión de tópicos y reclamaciones que amenaza con ahogarte ahí fuera.
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